Javier
Paz García
Mi
abuela paterna organizaba unas navidades espectaculares a tal punto que el
mismísimo Papa Noel nos entregaba los regalos bajo una lluvia de fuegos
artificiales mientras sudaba chorros bajo su traje invernal. La preparación de
la fiesta no era cosa para tomarse a la ligera y comenzaba semanas e incluso
meses antes. La celebración no solo requería un arduo trabajo sino también un
elevado costo, por la comida, los fuegos artificiales, el pino de verdad de
tres metros de altura, etc.
Ahora
que mi abuela no está con nosotros, un primo ha tomado la posta encarando el
trabajo de armar un presupuesto, cobrar cuotas, insistir para que asistamos,
comprar los fuegos artificiales, ver la comida, recibir los regalos de todos
los sobrinos, buscar un pariente que se disfrace de Papa Noel, conseguir una
chata para llevar los regalos, etc. Ante tanto trabajo uno podría preguntarse
¿qué gana y por qué asume el peso de organizar todo? Este mismo primo siendo
adolescentes me dio una gran lección, una de las más importantes de mi vida,
cuando en un evento carnavalero supuestamente organizado por tres comparsas, la
nuestra terminó organizándolo con él a la cabeza. Yo le comenté que no me
parecía justo que nos carguemos todo el trabajo nosotros para que ellos ganen
por igual y el me respondió que a pesar de que las ganancias eran a medias, el
liderazgo nuestro nos permitía organizar las cosas a nuestro gusto y
asegurarnos que las cosas salgan bien. He aquí una característica de estas
personas extraordinarias que hacen más de lo necesario: logran que las cosas
salgan bien, como deben ser. Esa actitud se refleja en sus vidas profesionales
y son generalmente exitosos en lo que hacen. Pero además estos líderes que se
prestan para organizar una kermesse por un amigo enfermo o recolectan ropa de
parientes y amigos para donarlas a un hogar de huérfanos, se ganan el respeto y
admiración de sus semejantes y el agradecimiento de su prójimo. Afortunadamente
tenemos mucha gente así y por eso existen Davosan, la Cruz Roja, los Rotary
Club, miles de sacerdotes entregados a ayudar a los necesitados, hogares de
niños a cargo de gente dedicada o médicos que trabajan gratis.
Volviendo
a mi fiesta navideña, mi primo no solo gana el agradecimiento de sus parientes,
sino la alegría de reunir a la familia, gana una noche de risas, de ver a sus
hijos y sobrinos felices hablando con Papa Noel. El extraordinario espíritu
navideño consiste en la alegría de dar y brindarse desinteresadamente, en la
alegría que uno siente cuando hace felices a otros y hace de este mundo un
mejor lugar para vivir.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/16
http://javierpaz01.blogspot.com/