Javier
Paz García
El
objetivo principal del Estado debe ser salvaguardar la libertad de las personas
y procurar la paz en la sociedad. Sin embargo, siendo el mismo Estado una
amenaza tanto para la libertad como para la paz (con frecuencia es la mayor
amenaza) es que requerimos que se enmarque en ciertos parámetros que eviten o
minimicen los abusos del poder. La democracia es una de las herramientas para
este fin. Elegir a los gobernantes por voto popular, tener parlamentos, imponer
términos a los periodos presidenciales y a las reelecciones son algunas de las
características de una democracia. Pero conste que la democracia no la única
herramienta para evitar el abuso de poder. La separación e independencia de
poderes, la constitución, el predominio del derecho, la libertad de prensa son
otras herramientas que deben funcionar en conjunto con la democracia para
procurar que el Estado cumpla su rol sin abusar del mismo.
Un
error común en nuestros tiempos es tratar la democracia como fin y como fuente
de toda legitimidad. Bajo este concepto, mientras haya democracia todo está
permitido. No importa si el presidente es violador de niñas, ladrón consumado o
contumaz mentiroso, mientras sea elegido democráticamente, no hay nada que
reprocharle; no importa que el gobierno mate, robe y viole las leyes porque es
un gobierno democrático. Bajo este concepto tenemos gobiernos que actúan peor
que en periodos de dictadura pero que tienen el aval y el apoyo de la comunidad
internacional. Venezuela es el caso más dramático, pero Bolivia y Ecuador
también se encuentran en esa situación. Son países donde sus gobiernos tienen
como única fuente de legitimidad la democracia y que más allá de ello son
semi-dictaduras, son dictaduras democráticas. Esto no es un oxímoron porque la
democracia, si no está acompañada de leyes justas, de la garantía de los
derechos civiles y políticos por parte del Estado, puede incluir la opresión de
alguna minoría. Estados Unidos era una democracia en el siglo XIX y sin embargo
era legal la esclavitud de los negros hasta mediados de siglo. ¿Era la
esclavitud moralmente aceptable por tener el aval democrático? ¿Debían los
esclavos negros aceptar calladamente su destino de esclavos, solo por el hecho
de que tal destino les era impuesto por un Estado democrático? Quienes digan
que no, para ser coherentes y consecuentes tienen que aceptar que la situación
en Venezuela, Bolivia y Ecuador no es moralmente aceptable y que la gente tiene
el derecho a protestar por los abusos que cometen estos gobiernos democráticos.
Santa Cruz de la Sierra, 29/05/16
http://javierpaz01.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario