Javier
Paz García
La noción de que el Estado debe regular, por motivos
de salud, lo que puede y no puede consumir una persona, es absolutamente
contrario a los principios de libertad y responsabilidad individual. Me resulta
inaceptable que el Estado nos imponga la dieta alimenticia. Permitirlo, abre
una ventana peligrosa y sienta un precedente nefasto sobre las potestades del
Estado sobre el individuo, su soberanía y su libertad. Las decisiones de cada
ser humano sobre sí mismo y sus asuntos, en tanto esas decisiones no
comprometan la vida, la integridad y la propiedad de otros, deben ser absolutamente
inviolables.
Lo cierto es que son poquísimas personas las que
siguen una dieta alimenticia óptima. La mayoría comemos demasiada carne roja,
frituras, bebidas alcohólicas, tabaco, gaseosas, sal, azúcar, caramelos y un
largo etc. Lo hacemos porque para la mayoría de las personas, vivir largo
tiempo, aunque es algo importante, no es el único objetivo en la vida; ni
siquiera el principal. Casi todos cometemos irresponsabilidades con nuestra
dieta, pero no es función del Estado prohibirnos las carnes rojas o la sal en
exceso.
Pero incluso si suponemos que el Estado tiene un
legítimo derecho a intervenir coercitivamente en las opciones alimenticias de
la gente, tampoco considero que, por motivos de salud el consumo de coca
debería ser prohibido, porque ni el té de coca ni el acullico en cantidades
moderadas son dañinos a la salud. Por supuesto, si yo comiera 10 huevos fritos todos
los días en el desayuno, el almuerzo y la cena, en poco tiempo mi salud estaría
muy deteriorada. Pero el responsable de ello no serían los huevos, sino mi propia
irresponsabilidad e insensatez. Que muchos consumidores de coca, abusen de
ella, y no se laven los dientes, y tengan dientes verdes y no coman ni duerman
adecuadamente, no es culpa de una hoja cuyo consumo, en cantidades moderadas
(como debe ser todo alimento) no ocasiona mayores perjuicios para la salud.
La convención de Viena cometió una arbitrariedad al
decir que el consumo de la coca debería ser eliminado, legislando sobre un tema
que en primer lugar no debería ser de su competencia y en segundo lugar porque
la coca ni es dañina para la salud, ni es peor que otros alimentos que no están
prohibidos, como ser las bebidas alcohólicas, el tabaco, las papas fritas o las
tripas rellenas. Que el Estado determine la dieta de las personas me parece una
de las formas más denigrantes de estatismo e irrespeto a la dignidad humana.
Santa
Cruz de la Sierra, 22/03/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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