Javier Paz
García
Una
virtud de las democracias es que no son propensas a iniciar guerras. Esto se
debe a que los líderes democráticos deben su posición al voto popular, y el pueblo
no es amigo de iniciar conflictos que cuestan caro, tanto en vidas como en
prosperidad. Los dictadores, no tienen ese tipo de inconvenientes: creen que al
pueblo no le deben nada, y que más bien sus súbditos deben estar agradecidos y
mostrar obediencia hacia ellos. Ese es el caso de Corea del Norte, un país
donde a pesar de la pobreza extrema en la que vive gran parte de su población,
la dictadura hereditaria prefiere gastar en su presupuesto militar que en la
educación y la salud de sus habitantes.
Kim
Jong Un, el joven y recientemente entronizado líder de Corea del Norte
aparentemente necesita demostrar fortaleza tanto para consolidar su poder
internamente como para presionar a la comunidad internacional a ablandar las
sanciones que existen contra su país por su programa nuclear. Entre las escaladas retóricas, Corea del Norte
ha amenazado con atacar Guam, Hawai, Japón y Corea del Sur, ha solicitado que
las misiones diplomáticas existentes en Pyongyang se retiren del país porque ya
no puede garantizarles la seguridad y ha anunciado la intención de reactivar un
reactor nuclear. También ha prohibido el acceso a los surcoreanos a la zona
industrial de Kaesong.
El
nivel de beligerancia verbal mostrado por Corea del Norte tiene preocupada a la
comunidad internacional, pero sobre todo a Corea del Sur cuya población sería
la mayor damnificada si estallara una guerra. Solo el régimen conoce las
verdaderas intenciones de esta escalada y hasta donde están dispuestos a
llegar, pero China, la mayor potencia militar de la región, cuyo gobierno
comunista es aliado de Corea del Norte, puede y debe jugar un papel protagónico
para desinflar un potencial conflicto y reducir la tensión en la región.
Un
conflicto bélico no beneficia a los principales actores. No beneficia a la
población de Corea del Norte que encima de la pobreza en la que vive, tendría
que sufrir los tormentos de una guerra; no beneficia a Corea del Sur porque su
población y sus ciudades serían las primeras víctimas de ataques con misiles; y
no beneficia a la dictadura norcoreana que posiblemente terminaría perdiendo
las riendas del poder.
Esperemos
que la sensatez se imponga y que todas las amenazas no pasen de retórica.
Santa Cruz de la
Sierra, 07/04/13
http://javierpaz01.blogspot.com/
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