Javier Paz
García
Alguno
apellidado Quevedo o Villegas podría ver el título de esta nota y empezar a
leerla ávidamente esperando encontrar denuncias de actos ilícitos contra su
persona o un familiar suyo. No tiene de qué preocuparse, porque la persona que
me ocupa es nada menos que Don Francisco de Quevedo y Villegas, uno de los más
altos exponentes de la literatura española, a la altura de su amigo Cervantes o
su enemigo Góngora. Y por picardía no me refiero a acciones deshonestas, sino a
ese humor tan típico de los españoles que nos puede hacer doler la panza de
risa.
Jorge
Luis Borges ha dicho de él que “sus duras páginas no fomentan, ni siquiera
toleran, el menor desahogo sentimental (“Ser sensiblero es tener éxito”, ha
observado George Moore.)” y que se lo puede considerar como un “literato de los
literatos”. Su prosa, hace burla y escarnio de tantos sinsentidos que a menudo
pasan por elegante filosofía y su sátira puede llegar hasta lo soez sin dejar
de ser graciosa. Prueba de ello son sus Gracias y desgracias del ojo del culo,
donde en su introducción nos advierte que “Si este tratado le pareciere de
entretenimiento, léale y pásele muy despacio y a raíz del paladar. Si le
pareciere sucio, límpiese con él, y béseme muy apretadamente.” Nos declama que
“No hay contento en esta vida / que se pueda comparar / al contento que es
cagar” y que “No hay gusto más descansado / que después de haber cagado”. Y
entre las gracias cuenta que “muchos filósofos y anacoretas, que para vivir en
castidad, se sacaban los ojos de la cara, porque comúnmente ellos y los buenos
cristianos los llaman ventanas del alma, por donde ella bebe el veneno de los
vicios. Por ellos hay enamorados, incestos, estupros, muertes, adulterios, iras
y robos. Pero ¿cuándo por el pacífico y virtuoso ojo del culo hubo escándalo en
el mundo, inquietud ni guerra?”. Y entre las desgracias se encuentra que “Vese
el otro pobre condenado toreador de a pie embestido del toro, vuélvese para
huir, túrbase o no salen los pies con presteza y por no salir ellos presto
desgárrale el toro al pobre culo.”
En
su Carta de un cornudo a otro, donde nos dice que “…nosotros conforme a buena
justicia siempre tenemos razón para ser cornudos; porque si la mujer es buena,
comunicarla con los próximos es caridad y si es mala, es alivio propio.”
Santa Cruz de la
Sierra, 03/03/13
http://javierpaz01.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario