Javier
Paz García
El
presidente Evo Morales dijo recientemente que “el sector privado no sirvió para
administrar”, refiriéndose a los problemas financieros y la posible quiebra de
la empresa Aerosur. Morales usa el ejemplo de una empresa en particular para
afirmar que el Estado es mejor administrador que los privados. Lo que Morales
hace es utilizar un ejemplo anecdótico y sacar conclusiones generales del
mismo. Lo cierto es que todos los días en todas partes del mundo, empresas
privadas cierran o quiebran. Sin embargo esto no invalida el hecho de que en
general el sector privado es más eficiente que el sector público en la administración
de empresas. No invalida el hecho de que el crecimiento económico y la
reducción de la pobreza ocurren en los países donde el Estado respeta y protege
la iniciativa privada y que los países más pobres son precisamente los que
siguen recetas socialistas y estatistas.
Pero,
más allá de los resultados (que apabullantemente hablan a favor del sector
privado y en contra del capitalismo de estado), existe otra razón de carácter
ético para desaprobar las declaraciones de Morales. El empresario que invierte
en una empresa, lo hace con su dinero. Si esa empresa quiebra, el empresario
pierde su propio dinero. El empresario asume riesgos y a veces gana, otras
pierde y otras veces lo pierde todo. En cambio los gobernantes cuando
invierten, lo hacen con plata ajena y si esas inversiones fracasan, “los
inversionistas” no pierden un solo centavo.
El
presidente Morales puede despertar con deseos de comprarse un avioncito o crear
una empresa de aviación, puede poner a cargo de los hospitales a una persona
que tardó casi tres décadas en graduarse de médico o en la empresa de
hidrocarburos a un individuo cuyo acto más notorio fue ponerse a repartir
garrafas en persona y puede mandar construir ingenios azucareros donde no se
siembra caña a sabiendas de que aunque estas empresas lo hagan bien o mal, él
no va a perder un solo peso. El presidente toma decisiones con plata ajena (de
hecho con mi plata y la de todos los bolivianos) y por ello no pierde el sueño
si una empresa no funciona o se va al descalabro. El presidente no hipoteca su
propia casa, ni saca el dinero de su bolsillo para crear una empresa y puede
decidirse por inversiones millonarias con la misma facilidad con la que un niño
compra hoteles cuando juega Monopolio.
Cada
quien tiene el derecho de hacer con lo suyo lo que le plazca y si un empresario
privado pierde su dinero, ya sea por mala suerte, o porque el tipo enloqueció y
decidió echarle fuego, no tenemos nada que reprocharle; es su dinero y su
problema. El presidente Morales y los políticos no tienen ninguna autoridad
moral para juzgar las malas decisiones que otros hacen con sus propios recursos
cuando él y la mayoría de los políticos toman a menudo malas decisiones con
recursos ajenos, sin que les cueste un solo centavo.
Santa Cruz de la Sierra, 13/04/12
http://javierpaz01.blogspot.com
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