miércoles, 21 de septiembre de 2011
Socialismo, ética y poder
Javier Paz García
Las bases teóricas del socialismo han sido contundentemente refutadas hace mucho tiempo. Ludwig von Mises ya a principios del siglo XX demostró la inaplicabilidad técnica del socialismo debido a lo que él denominó el problema del cálculo económico. Este problema básicamente consiste en que sin una economía de mercado, el burócrata no puede saber que productos deben producirse y en qué cantidad. Economistas socialistas como Oskar Lange propusieron que los burócratas tomen los precios de mercados paralelos como parámetros para definir los precios y luego hagan un trabajo de prueba y error. ¡Es decir que básicamente propuso que se contrate a un ejército de burócratas bien pagados para que hagan un trabajo que el mercado puede hacer en su ausencia y mejor que ellos! El tiempo de dio la razón a Mises y hoy hasta en Cuba y China el socialismo retrocede, aunque a regañadientes.
Otro elemento fundamental del socialismo es que requiere de hombres éticamente intachables y moralmente superiores que lo pongan en práctica. Requiere de hombres desprovistos de toda ambición personal. Tales hombres no existen, pero los teóricos socialistas nunca repararon en este “pequeño” detalle. Marx profetizaba que el socialismo era el paso intermedio donde el Estado tomaba control de los medios de producción (es decir se apoderaba de la libertad de la población) para que, luego de la dictadura del proletariado, el Estado desapareciera. En la realidad el socialismo nunca avanzó más allá de una dictadura del proletariado que no incluía al proletariado. Y es que ¿quiénes teniendo tanto poder son capaces de devolverlo al pueblo? Ciertamente ni Stalin, ni Mao, ni Castro lo hicieron, sus revoluciones se convirtieron en eternas dictaduras, mientras ellos gobernaron décadas disfrutando de lujos que sus proletarios no conocían.
El socialismo requiere de hombres éticamente e intelectualmente superdotados, como condición necesaria aunque no suficiente. Propugna una desigualdad entre los llamados a dirigir la revolución que gozan de libertades y privilegios que son negados al resto de la población. Si no existen tales hombres, el socialismo es inviable, imposible, y su puesta en práctica tendrá como consecuencias el abuso de poder de los gobernantes y la conculcación de libertades. Por eso no es infrecuentes que socialistas “revolucionarios” terminen sus días como dictadores que se mueren de viejos aferrados al poder, proclamando una revolución que ni ellos creen mientras sus pueblos se mueren de hambre. Vemos a sátrapas matando y encarcelando al pueblo en nombre del pueblo. Vemos a socialistas que viven en la mayor opulencia, mientras predican la austeridad y la frugalidad. El socialismo asume la existencia de superhombres que no existen y reclama el poder con la promesa de devolverlo a sus legítimos dueños. En la realidad quienes toman el poder bajo la bandera socialista son tan humanos y tan falibles como cualquiera, con la diferencia que tanto poder los vuelve déspotas y canallas.
Santa Cruz de la Sierra, 11/09/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
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