Javier Paz García
Los escépticos de la libertad claman por un Estado todopoderoso, que controle todo. No entienden que los grandes logros de la humanidad, los grandes progresos tecnológicos, económicos y sociales se han dado en sociedades donde primaba el respeto por la libertad individual. No hay duda de que existe una ceguera colectiva con respecto a la capacidad benefactora del Estado, análogo al de los enamorados que no ven más que perfección y virtudes en su pareja.
Un síntoma de ese enamoramiento colectivo ajeno a toda evidencia, a toda duda científica, contrario a la realidad histórica, es la exigencia popular de que el Estado regule todo. Y cuando la regulación es ineficaz o contraproducente, la respuesta habitual es exigir al Estado que regule más.
Vamos a citar algunos ejemplos. La crisis financiera de Estados Unidos fue causada por un auge inmobiliario y la facilidad de crédito del sistema bancario norteamericano. ¿Qué causó el auge? 1) Durante los noventa el gobierno implementó leyes que facilitaban el crédito bancario con el objetivo de ayudar a las familias norteamericanas a tener casa propia. 2) Los bancos privados otorgaban crédito sabiendo que el gobierno se los iba a comprar (Fannie Mae y Freddie Mac agencias hipotecarias creadas por el gobierno federal eran las mayores poseedoras de hipotecas) y que si quebraban el gobierno los iba a rescatar (lo cual sucedió). Es decir el gobierno creó lo que los economistas llaman riesgo moral, que en palabras simples es crear las condiciones para que la gente actúe irresponsablemente sabiendo que si algo malo sucede, otro pagará el costo. 3) La Reserva Federal (el Banco Central de los Estados Unidos) mantuvo durante la mayor parte de la década tasas de interés artificialmente bajas para incentivar el crédito y el consumo.
Estas acciones del Estado originaron la burbuja del sector inmobiliario. Paradójicamente la gente clamó por que el mismo Estado responsable de crear la crisis, se convierta en el salvador. No es irrelevante destacar que Estados Unidos en la actualidad se maneja con una irresponsabilidad fiscal propia de algún país africano. Su deuda pública es casi el 100% de su PIB y su déficit fiscal sigue subiendo.
La crisis en Grecia es precisamente una crisis del gobierno griego que gastó y se endeudó por encima de sus posibilidades. Cuando se la acabó la plata y tuvo que pagar los préstamos, sufrió una implosión que hasta ahora puede resolver.
El actual gobierno de Venezuela no se lo puede acusar de ser pro-mercado. Ha creado tanta regulación y centralización que la actividad privada está atrofiada. Y como resultado tiene la inflación más alta de América desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y una economía que decrece a pesar de que el precio de su principal producto (el petróleo) está por los cielos. Para que este país vuelva a la senda del crecimiento, será necesario deshacer buena parte de la regulación instituida la última década.
Y podemos citar muchos más ejemplos como los anteriores que muestran como a menudo pedimos a Estados que sean reguladores de actividades donde han mostrado su ineptitud e irresponsabilidad. Esto no es muy diferente a pedirle a un drogadicto que administre una farmacia.
Santa Cruz de la Sierra, 17/06/11
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domingo, 19 de junio de 2011
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