Javier Paz García
En estos tiempos en que el liberalismo ha sido reducido a una doctrina económica (tanto por sus detractores como por muchos de sus promotores), seguramente pocos saben que entre los principales precursores de los derechos humanos están los liberales del siglo XVII y XVIII. Tal vez la figura más importante en este sentido es el filósofo escocés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo.
La historia del ser humano, en su mayor parte, ha sido la historia de los poderosos sirviéndose de los débiles. De los reyes y patrones viviendo a costa de los siervos y esclavos. Son escasos los reyes o príncipes que han gobernado procurando la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. Son más abundantes quienes han glorificado las guerras, expandido sus territorios a costa de sangre ajena y han dispuesto de vidas y haciendas sin la menor compasión o respeto por sus súbditos o conquistados. La historia de la libertad, encuentra en John Locke a uno de sus pensadores más importantes, ya que en una época en la cual se creía que los monarcas derivaban su soberanía de Dios y estaban por encima de los demás, el refutó dicho principio y sostuvo la idea de que los hombres son libres e iguales entre sí, que existen ciertos “derechos naturales” que todos los seres humanos poseemos, solo por el hecho de ser seres humanos, y que los gobernantes deben estar al servicio de su pueblo y respetar los derechos de los ciudadanos.
Estas ideas tuvieron una profunda influencia en la revolución americana, a tal punto que podríamos afirmar que la inspiraron. La declaración de independencia de los Estados Unidos escrita en 1776 sostiene que “todos los hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”; conceptos netamente lockeanos. Estos a su vez sirvieron de bases para la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa en 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.
La lucha por los derechos humanos ha sido y sigue siendo una lucha por poner límites al poder de los Estados sobre los ciudadanos, de los reyes con respecto a sus súbditos, de los poderosos con respecto a los débiles. Por ello desde la concepción liberal, los derechos humanos son derechos negativos, es decir, están definidos por la ausencia de coacción al individuo. Por ejemplo los derechos a la vida y la libertad son derechos negativos, porque obligan al Estado y a la sociedad a respetar ese derecho que tiene cada persona. En este sentido, la palabra “negativo” no tiene un sentido peyorativo o pesimista, sino en el sentido de impedir o limitar la interferencia que puede tener un tercero (el Estado, el rey o una persona X) sobre la libertad del individuo.
Una de las mayores victorias del liberalismo ha sido universalizar el concepto de los derechos humanos como derechos inherentes a todas las personas independientemente de su género, nacionalidad, edad, raza o condición socioeconómica.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/10
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sábado, 25 de diciembre de 2010
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1 comentario:
Excelente artículo.
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