Javier Paz García
Los derechos humanos, desde la concepción lockeana, son limitaciones impuestas al Estado con el objetivo de impedir que el Estado cometa abusos y arbitrariedades contra los ciudadanos. Por ejemplo el derecho a la libre expresión, el habeas corpus y el requerimiento del debido proceso protegen al ciudadano contra abusos del Estado; el derecho a la propiedad privada impide que el Estado despoje arbitrariamente a alguien de los frutos de su trabajo.
El socialismo rechaza esta doctrina de derechos humanos individuales, a veces de manera abierta, como Marx, y a veces de manera disimulada. Lo hace exaltando lo colectivo y denigrando lo individual; equiparando el estado y la colectividad con el bien común y equiparando lo individual con el egoísmo y el mal común. El endiosamiento de lo colectivo por sobre lo individual, del Estado por sobre el hombre tiene como consecuencia la degradación de los derechos humanos. Cualquier acto, por más cruel o inhumano que sea, puede ser justificado por el bien del Estado y la colectividad. Stalin creyó contribuir al bien común cuando ordenó la colectivización de la agricultura; la hambruna correspondiente causó la muerte de aproximadamente siete millones de personas entre 1932 y 1933 solamente en Ucrania. El régimen de Mao Tse-Tung en China ejecutó a cerca de tres millones de personas en los primeros años de haberse instaurado. El reciente galardonado con el premio nobel de la paz 2010, Liu Xiaobo, es un preso político del régimen comunista chino; su crimen es pedir de manera no violenta que el régimen chino respete los derechos humanos de los ciudadanos. La revolución socialista en Cuba ha ejecutado sumariamente a cientos de personas y mantiene un buen número de presos políticos. En Camboya, el socialista Pol Pot intentó que la historia comience con él, destruyó todo lo relacionado a la cultura occidental, desde vehículos hasta equipos médicos, hizo matar a todos los profesionales e intelectuales y enterrar vivos a sus hijos, quemar los libros, confiscar la propiedad privada, convirtiendo al país en un inmenso campo de concentración. El socialismo dice anteponer lo colectivo por sobre lo individual, y usa esto como pretexto para violar derechos humanos como la libertad de expresión y de conciencia. Con el pretexto de proveer educación, impide el libre ejercicio de la educación; con el pretexto de proveer salud, impide el libre ejercicio de la medicina; con el pretexto de construir una sociedad mejor, construye un Estado policiaco y militarista basado en el miedo y la persecución a quienes sean contestatarios al régimen. Por ello, cuando se instaura un régimen socialista o colectivista en una democracia liberal, los derechos humanos pronto empiezan a degradarse. La historia muestra que no existe mucha diferencia entre las dictaduras y los regímenes socialistas en cuanto al respeto y la protección de los derechos humanos.
Santa Cruz de la Sierra, 31/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
viernes, 31 de diciembre de 2010
sábado, 25 de diciembre de 2010
Liberalismo y derechos humanos
Javier Paz García
En estos tiempos en que el liberalismo ha sido reducido a una doctrina económica (tanto por sus detractores como por muchos de sus promotores), seguramente pocos saben que entre los principales precursores de los derechos humanos están los liberales del siglo XVII y XVIII. Tal vez la figura más importante en este sentido es el filósofo escocés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo.
La historia del ser humano, en su mayor parte, ha sido la historia de los poderosos sirviéndose de los débiles. De los reyes y patrones viviendo a costa de los siervos y esclavos. Son escasos los reyes o príncipes que han gobernado procurando la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. Son más abundantes quienes han glorificado las guerras, expandido sus territorios a costa de sangre ajena y han dispuesto de vidas y haciendas sin la menor compasión o respeto por sus súbditos o conquistados. La historia de la libertad, encuentra en John Locke a uno de sus pensadores más importantes, ya que en una época en la cual se creía que los monarcas derivaban su soberanía de Dios y estaban por encima de los demás, el refutó dicho principio y sostuvo la idea de que los hombres son libres e iguales entre sí, que existen ciertos “derechos naturales” que todos los seres humanos poseemos, solo por el hecho de ser seres humanos, y que los gobernantes deben estar al servicio de su pueblo y respetar los derechos de los ciudadanos.
Estas ideas tuvieron una profunda influencia en la revolución americana, a tal punto que podríamos afirmar que la inspiraron. La declaración de independencia de los Estados Unidos escrita en 1776 sostiene que “todos los hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”; conceptos netamente lockeanos. Estos a su vez sirvieron de bases para la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa en 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.
La lucha por los derechos humanos ha sido y sigue siendo una lucha por poner límites al poder de los Estados sobre los ciudadanos, de los reyes con respecto a sus súbditos, de los poderosos con respecto a los débiles. Por ello desde la concepción liberal, los derechos humanos son derechos negativos, es decir, están definidos por la ausencia de coacción al individuo. Por ejemplo los derechos a la vida y la libertad son derechos negativos, porque obligan al Estado y a la sociedad a respetar ese derecho que tiene cada persona. En este sentido, la palabra “negativo” no tiene un sentido peyorativo o pesimista, sino en el sentido de impedir o limitar la interferencia que puede tener un tercero (el Estado, el rey o una persona X) sobre la libertad del individuo.
Una de las mayores victorias del liberalismo ha sido universalizar el concepto de los derechos humanos como derechos inherentes a todas las personas independientemente de su género, nacionalidad, edad, raza o condición socioeconómica.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com
En estos tiempos en que el liberalismo ha sido reducido a una doctrina económica (tanto por sus detractores como por muchos de sus promotores), seguramente pocos saben que entre los principales precursores de los derechos humanos están los liberales del siglo XVII y XVIII. Tal vez la figura más importante en este sentido es el filósofo escocés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo.
La historia del ser humano, en su mayor parte, ha sido la historia de los poderosos sirviéndose de los débiles. De los reyes y patrones viviendo a costa de los siervos y esclavos. Son escasos los reyes o príncipes que han gobernado procurando la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. Son más abundantes quienes han glorificado las guerras, expandido sus territorios a costa de sangre ajena y han dispuesto de vidas y haciendas sin la menor compasión o respeto por sus súbditos o conquistados. La historia de la libertad, encuentra en John Locke a uno de sus pensadores más importantes, ya que en una época en la cual se creía que los monarcas derivaban su soberanía de Dios y estaban por encima de los demás, el refutó dicho principio y sostuvo la idea de que los hombres son libres e iguales entre sí, que existen ciertos “derechos naturales” que todos los seres humanos poseemos, solo por el hecho de ser seres humanos, y que los gobernantes deben estar al servicio de su pueblo y respetar los derechos de los ciudadanos.
Estas ideas tuvieron una profunda influencia en la revolución americana, a tal punto que podríamos afirmar que la inspiraron. La declaración de independencia de los Estados Unidos escrita en 1776 sostiene que “todos los hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”; conceptos netamente lockeanos. Estos a su vez sirvieron de bases para la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa en 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.
La lucha por los derechos humanos ha sido y sigue siendo una lucha por poner límites al poder de los Estados sobre los ciudadanos, de los reyes con respecto a sus súbditos, de los poderosos con respecto a los débiles. Por ello desde la concepción liberal, los derechos humanos son derechos negativos, es decir, están definidos por la ausencia de coacción al individuo. Por ejemplo los derechos a la vida y la libertad son derechos negativos, porque obligan al Estado y a la sociedad a respetar ese derecho que tiene cada persona. En este sentido, la palabra “negativo” no tiene un sentido peyorativo o pesimista, sino en el sentido de impedir o limitar la interferencia que puede tener un tercero (el Estado, el rey o una persona X) sobre la libertad del individuo.
Una de las mayores victorias del liberalismo ha sido universalizar el concepto de los derechos humanos como derechos inherentes a todas las personas independientemente de su género, nacionalidad, edad, raza o condición socioeconómica.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/10
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domingo, 19 de diciembre de 2010
Socialismo y crecimiento económico
Javier Paz García
La escritora rusa, nacionalizada norteamericana Ayn Rand (1905-1982), en su extraordinaria novela “la rebelión de Atlas”, narra la historia de una sociedad donde el socialismo y el colectivismo van ganando espacio. Las consecuencias son la parálisis de la producción, de la innovación, del desarrollo y un empobrecimiento moral y económico de la sociedad.
La novela contiene frases memorables como la siguiente: “Cuando vea que se comercia, no por consentimiento sino por compulsión; cuando note que para producir, se requiere el permiso de quienes no producen nada; cuando vea que el dinero fluye hacia aquellos que negocian no bienes, sino favores; cuando vea que los hombres se enriquecen más por peculado y palancas, que por trabajar y que las leyes no lo protegen a usted de ellos, sino a ellos de usted; cuando vea que se recompensa la corrupción, y la honestidad se convierte en auto sacrificio, -puede usted saber que su sociedad está condenada”.
Son impresionantes las similitudes que uno encuentra entre la novela y la realidad de muchos países como Venezuela o Bolivia. Estas similitudes no son coincidencias, antes de emigrar a los Estados Unidos, la autora vivió los inicios de la revolución Bolchevique, el nacimiento de la Unión Soviética y conoció de primera mano la opresión del socialismo (a su padre le expropiaron su farmacia).
Pero sería absurdo argumentar que el socialismo es malo basado en lo que dice una novela, después de todo existe literatura abundante que propugna lo contrario. El test supremo de toda teoría, es la capacidad de predecir resultados; el fin supremo de una doctrina es lograr ciertos objetivos. El socialismo promete una sociedad con justicia, con igualdad, con progreso económico y con hombres felices. Esas son las promesas del socialismo, desde Marx, su más ilustre pensador, hasta los innumerables panfletistas y charlatanes que existen hoy como Fidel Castro, Hugo Chávez o Álvaro García Linera. Sin embargo donde se impone el socialismo sucede todo lo contrario: la justicia degenera en un aparato opresivo y arbitrario manejado al antojo de quienes tienen el poder; existen dos igualdades, la de los que tienen todo, y la de los que no tienen nada; la sociedad se estanca económica y tecnológicamente; y aquellos que no pertenecen a la cúpula del poder (la gran mayoría) viven pobres y frustrados. Esto no es invento, ni es novela, es lo que pasó en la Unión Soviética, en la Alemania comunista, en la Yugoslavia de Tito, la China de Mao, la Camboya de Pot Pol, la Cuba de Fidel y es lo que está empezando a suceder en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Cuando comparamos el discurso socialista con la realidad, cuando comparamos las promesas del socialismo con sus resultados vemos que existe una distancia abismal y por ello debemos concluir que el socialismo es un fracaso, un fracaso muy costoso.
Santa Cruz de la Sierra, 18/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
La escritora rusa, nacionalizada norteamericana Ayn Rand (1905-1982), en su extraordinaria novela “la rebelión de Atlas”, narra la historia de una sociedad donde el socialismo y el colectivismo van ganando espacio. Las consecuencias son la parálisis de la producción, de la innovación, del desarrollo y un empobrecimiento moral y económico de la sociedad.
La novela contiene frases memorables como la siguiente: “Cuando vea que se comercia, no por consentimiento sino por compulsión; cuando note que para producir, se requiere el permiso de quienes no producen nada; cuando vea que el dinero fluye hacia aquellos que negocian no bienes, sino favores; cuando vea que los hombres se enriquecen más por peculado y palancas, que por trabajar y que las leyes no lo protegen a usted de ellos, sino a ellos de usted; cuando vea que se recompensa la corrupción, y la honestidad se convierte en auto sacrificio, -puede usted saber que su sociedad está condenada”.
Son impresionantes las similitudes que uno encuentra entre la novela y la realidad de muchos países como Venezuela o Bolivia. Estas similitudes no son coincidencias, antes de emigrar a los Estados Unidos, la autora vivió los inicios de la revolución Bolchevique, el nacimiento de la Unión Soviética y conoció de primera mano la opresión del socialismo (a su padre le expropiaron su farmacia).
Pero sería absurdo argumentar que el socialismo es malo basado en lo que dice una novela, después de todo existe literatura abundante que propugna lo contrario. El test supremo de toda teoría, es la capacidad de predecir resultados; el fin supremo de una doctrina es lograr ciertos objetivos. El socialismo promete una sociedad con justicia, con igualdad, con progreso económico y con hombres felices. Esas son las promesas del socialismo, desde Marx, su más ilustre pensador, hasta los innumerables panfletistas y charlatanes que existen hoy como Fidel Castro, Hugo Chávez o Álvaro García Linera. Sin embargo donde se impone el socialismo sucede todo lo contrario: la justicia degenera en un aparato opresivo y arbitrario manejado al antojo de quienes tienen el poder; existen dos igualdades, la de los que tienen todo, y la de los que no tienen nada; la sociedad se estanca económica y tecnológicamente; y aquellos que no pertenecen a la cúpula del poder (la gran mayoría) viven pobres y frustrados. Esto no es invento, ni es novela, es lo que pasó en la Unión Soviética, en la Alemania comunista, en la Yugoslavia de Tito, la China de Mao, la Camboya de Pot Pol, la Cuba de Fidel y es lo que está empezando a suceder en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Cuando comparamos el discurso socialista con la realidad, cuando comparamos las promesas del socialismo con sus resultados vemos que existe una distancia abismal y por ello debemos concluir que el socialismo es un fracaso, un fracaso muy costoso.
Santa Cruz de la Sierra, 18/12/10
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viernes, 10 de diciembre de 2010
Liberalismo y crecimiento económico
Javier Paz García
Solo basta ver cualquier índice de desarrollo económico para constatar que los países donde existen democracias liberales, donde hay respeto y protección a la propiedad privada, donde se permite funcionar a los mercados, donde las leyes se cumplen y donde el Estado tiene un rol limitado en la economía, son los países con mayor desarrollo económico. Por el contrario, los países cuyos gobiernos pretenden manejar la economía, “planificar” el crecimiento económico, controlar los precios, intervenir los mercados, crear Estados de bienestar, son precisamente los países más pobres, con niveles inferiores de crecimiento económico y donde gran parte de la población pasa hambre y penurias.
Esta constatación empírica se ha producido a lo largo del tiempo, con diferentes culturas, razas o condiciones geográficas. Hay algunos casos que se asemejan a experimentos de laboratorio. Por ejemplo, Alemania luego de la 2da guerra mundial, fue dividida en dos. Antes de la división en ambas partes existían condiciones similares en cuanto a raza, cultura, nivel de educación, recursos naturales, ingresos per cápita, etc. Sin embargo para 1989 cuando las dos Alemanias se unificaron, la parte oriental, que había adoptado el comunismo, estaba mucho menos desarrollada que la parte occidental, mucho más pobre. Corea es otro caso de laboratorio, un solo país con la misma cultura, mismo nivel de educación y similares recursos naturales, luego de una guerra se dividió en dos. Hoy Corea del Norte (comunista) es uno de los países más pobres del mundo, su gobierno prefiere invertir en armas que en educación o salud y su gente se muere de hambre. Por el contrario Corea del Sur que abrazó el capitalismo, tiene ingresos per cápita similares a los europeos, produce y exporta de todo, ha sido sede de los Juegos Olímpicos y de un mundial de fútbol y ha sacado de la pobreza a millones de sus habitantes. Un ejemplo de cambios a través del tiempo es Argentina donde en el siglo XIX, bajo un régimen liberal era un país de primer mundo, más avanzado que Europa, tanto así que atraía migrantes del viejo continente. El siglo XX le trajo a esta nación peronismo, populismo y demagogia, con lo cual decayó hasta ser una más de las mediocres naciones sudamericanas; hoy continúa orgullosamente por ese camino.
Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” nos presenta ejemplos de lo contrario, con países como China, Irlanda, o los tigres asiáticos, que siendo pobres, adoptaron medidas de apertura de sus economías junto con políticas públicas responsables y consecuentemente experimentaron niveles de crecimiento económico que parecerían imposibles de alcanzar. Esto va más allá de ideologías, dogmatismos o teorías, sino que son hechos empíricos verificados innumerables veces y que muestran con bastante certeza que existen recetas favorecen el crecimiento económico y otras que lo retardan. Los gobiernos inteligentes y verdaderamente preocupados por su gente deberían seguir los ejemplos de los países exitosos. Hacer lo contrario demuestra ignorancia o desinterés por el bienestar del pueblo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
Solo basta ver cualquier índice de desarrollo económico para constatar que los países donde existen democracias liberales, donde hay respeto y protección a la propiedad privada, donde se permite funcionar a los mercados, donde las leyes se cumplen y donde el Estado tiene un rol limitado en la economía, son los países con mayor desarrollo económico. Por el contrario, los países cuyos gobiernos pretenden manejar la economía, “planificar” el crecimiento económico, controlar los precios, intervenir los mercados, crear Estados de bienestar, son precisamente los países más pobres, con niveles inferiores de crecimiento económico y donde gran parte de la población pasa hambre y penurias.
Esta constatación empírica se ha producido a lo largo del tiempo, con diferentes culturas, razas o condiciones geográficas. Hay algunos casos que se asemejan a experimentos de laboratorio. Por ejemplo, Alemania luego de la 2da guerra mundial, fue dividida en dos. Antes de la división en ambas partes existían condiciones similares en cuanto a raza, cultura, nivel de educación, recursos naturales, ingresos per cápita, etc. Sin embargo para 1989 cuando las dos Alemanias se unificaron, la parte oriental, que había adoptado el comunismo, estaba mucho menos desarrollada que la parte occidental, mucho más pobre. Corea es otro caso de laboratorio, un solo país con la misma cultura, mismo nivel de educación y similares recursos naturales, luego de una guerra se dividió en dos. Hoy Corea del Norte (comunista) es uno de los países más pobres del mundo, su gobierno prefiere invertir en armas que en educación o salud y su gente se muere de hambre. Por el contrario Corea del Sur que abrazó el capitalismo, tiene ingresos per cápita similares a los europeos, produce y exporta de todo, ha sido sede de los Juegos Olímpicos y de un mundial de fútbol y ha sacado de la pobreza a millones de sus habitantes. Un ejemplo de cambios a través del tiempo es Argentina donde en el siglo XIX, bajo un régimen liberal era un país de primer mundo, más avanzado que Europa, tanto así que atraía migrantes del viejo continente. El siglo XX le trajo a esta nación peronismo, populismo y demagogia, con lo cual decayó hasta ser una más de las mediocres naciones sudamericanas; hoy continúa orgullosamente por ese camino.
Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” nos presenta ejemplos de lo contrario, con países como China, Irlanda, o los tigres asiáticos, que siendo pobres, adoptaron medidas de apertura de sus economías junto con políticas públicas responsables y consecuentemente experimentaron niveles de crecimiento económico que parecerían imposibles de alcanzar. Esto va más allá de ideologías, dogmatismos o teorías, sino que son hechos empíricos verificados innumerables veces y que muestran con bastante certeza que existen recetas favorecen el crecimiento económico y otras que lo retardan. Los gobiernos inteligentes y verdaderamente preocupados por su gente deberían seguir los ejemplos de los países exitosos. Hacer lo contrario demuestra ignorancia o desinterés por el bienestar del pueblo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/12/10
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Socialismo y libertad de prensa
Javier Paz García
El socialismo es la imposición de un pensamiento único, es la transferencia usurpadora de la soberanía de un pueblo hacia un grupo de planificadores con delirio de omnipotencia y omnisciencia. No es por lo tanto extraño que el socialismo en general antagonice con la prensa independiente. El socialismo es el control y la planificación centralizada de un país. ¿Por qué vamos a suponer que la prensa vaya a quedar fuera de la planificación y el control socialista? El socialismo es la abolición de la propiedad privada, acción que se da gradualmente. Y si un requisito para crear medios independientes es la propiedad privada, ¿por qué vamos a suponer que el socialismo no vaya a abolir a los medios gradualmente?
La Unión Soviética solo tenía medios estatales, tan serviles al régimen como lo es la prensa cubana del régimen castrista. La prensa independiente, aquella que no depende del Estado es la única capaz de criticarlo. No podemos esperar que el periódico Gramma de Cuba critique a Fidel o a Raul Castro como lo hacen con los presidentes norteamericanos medios como CNN, el New York Times, el Washington Post, Fox News, el Wall Street Journal, el Miami Herald o cientos otros. La prensa estatizada, deja de ser prensa y se convierte en propaganda. En China incluso el internet está regulado, y los propios chinos no pueden averiguar en Google que pasó en la masacre de Tiananmen en 1989. En Venezuela y Bolivia los canales estatales son ejemplo de servilismo y lisonja hacia sus respectivos Jefes de Estado, esperar una crítica seria de estos canales es una utopía.
Pero incluso para los socialistas es políticamente dificultoso pronunciarse contrarios a la libertad de prensa. Por eso eligen un lenguaje engañoso que los permita controlarla y limitarla, aduciendo otras razones más nobles. Hablan por ejemplo de democratizar los medios, como lo hizo Cristina Kirchner en Argentina; luchar contra el golpismo y la oligarquía, como arguyó Hugo Chávez en Venezuela para cerrar RCTV; cobrar deudas, como lo hizo Rafael Correa para apropiarse de varios medios en Ecuador; o luchar contra el racismo, como lo hizo Evo Morales en Bolivia.
Como dijo acertadamente Mario Vargas Llosa: “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido. Lo que necesitamos es que haya libertad para que proliferen los medios de comunicación independientes. Los medios se democratizan solos. Cuando hay libertad, hay órganos que expresan distintos puntos de vista, que compiten entre ellos, que defienden opciones diferentes. Eso es la democratización.” Una prensa libre, controla y fiscaliza a los gobernantes. Eso es molesto para cualquier gobernante, pero es insoportable para un socialista, que busca, como lo dijo el ex-guerrillero y actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, “el poder total: político, económico y cultural”.
Santa Cruz de la Sierra, 19/10/10
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El socialismo es la imposición de un pensamiento único, es la transferencia usurpadora de la soberanía de un pueblo hacia un grupo de planificadores con delirio de omnipotencia y omnisciencia. No es por lo tanto extraño que el socialismo en general antagonice con la prensa independiente. El socialismo es el control y la planificación centralizada de un país. ¿Por qué vamos a suponer que la prensa vaya a quedar fuera de la planificación y el control socialista? El socialismo es la abolición de la propiedad privada, acción que se da gradualmente. Y si un requisito para crear medios independientes es la propiedad privada, ¿por qué vamos a suponer que el socialismo no vaya a abolir a los medios gradualmente?
La Unión Soviética solo tenía medios estatales, tan serviles al régimen como lo es la prensa cubana del régimen castrista. La prensa independiente, aquella que no depende del Estado es la única capaz de criticarlo. No podemos esperar que el periódico Gramma de Cuba critique a Fidel o a Raul Castro como lo hacen con los presidentes norteamericanos medios como CNN, el New York Times, el Washington Post, Fox News, el Wall Street Journal, el Miami Herald o cientos otros. La prensa estatizada, deja de ser prensa y se convierte en propaganda. En China incluso el internet está regulado, y los propios chinos no pueden averiguar en Google que pasó en la masacre de Tiananmen en 1989. En Venezuela y Bolivia los canales estatales son ejemplo de servilismo y lisonja hacia sus respectivos Jefes de Estado, esperar una crítica seria de estos canales es una utopía.
Pero incluso para los socialistas es políticamente dificultoso pronunciarse contrarios a la libertad de prensa. Por eso eligen un lenguaje engañoso que los permita controlarla y limitarla, aduciendo otras razones más nobles. Hablan por ejemplo de democratizar los medios, como lo hizo Cristina Kirchner en Argentina; luchar contra el golpismo y la oligarquía, como arguyó Hugo Chávez en Venezuela para cerrar RCTV; cobrar deudas, como lo hizo Rafael Correa para apropiarse de varios medios en Ecuador; o luchar contra el racismo, como lo hizo Evo Morales en Bolivia.
Como dijo acertadamente Mario Vargas Llosa: “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido. Lo que necesitamos es que haya libertad para que proliferen los medios de comunicación independientes. Los medios se democratizan solos. Cuando hay libertad, hay órganos que expresan distintos puntos de vista, que compiten entre ellos, que defienden opciones diferentes. Eso es la democratización.” Una prensa libre, controla y fiscaliza a los gobernantes. Eso es molesto para cualquier gobernante, pero es insoportable para un socialista, que busca, como lo dijo el ex-guerrillero y actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, “el poder total: político, económico y cultural”.
Santa Cruz de la Sierra, 19/10/10
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Liberalismo y libertad de prensa
Javier Paz García
La posición del liberalismo con respecto a la libertad de prensa es indiscutiblemente a favor de la misma. El liberal es por definición un defensor de la libertad de expresión y de prensa.
Sin embargo, una crítica recurrente contra el liberalismo es que al estar los medios de comunicación en manos privadas, responden a intereses particulares, los periodistas reciben presiones de los propietarios y que por tanto en el sistema capitalista no puede haber una verdadera libertad de prensa.
Este es un ejemplo de razonamiento defectuoso e incompleto. Las dos premisas son verdaderas: 1) los medios están en manos privadas y 2) los propietarios ejercen presiones sobre los periodistas. Sin embargo la conclusión de que no existe libertad de prensa es falsa. La razón es la competencia. Un régimen de libertad económica y política genera una diversidad de medios de comunicación representando diferentes enfoques y visiones políticas. Esta variedad, que solo es posible bajo un régimen de propiedad privada, limita o torna ineficaz los intentos de cualquier persona o grupo de interés por controlar la información. La premisa de que la propiedad privada de los medios de comunicación limita la libertad de expresión o de la prensa solo podría ser cierta si todos los medios estuvieran en manos de una persona, de un cartel o de un gobierno. Además, las nuevas tecnologías hacen que la comunicación sea cada vez más barata y accesible, haciendo aun más difícil que los propietarios de medios intenten acciones monopólicas de la información. Hoy cualquiera puede crear un blog, grabar con su celular, subir un video a Youtube y difundir sus ideas a nivel mundial prácticamente sin ningún costo.
En un régimen liberal, el periodista que recibe presiones del propietario del medio en el que trabaja, para que publique o deje de publicar algo, tiene opciones para trabajar en otro medio de la competencia. Para cada escándalo o acto delictivo que un propietario de medio quiera ocultar, habrá una multitud de medios alternativos dispuestos a publicar. En un régimen socialista donde la prensa está en manos del Estado, el periodismo no tiene esta posibilidad y el periodista no tiene más alternativa que convertirse en un vasallo. Por lo tanto, no solo el argumento de que la propiedad privada de los medios de comunicación restringe la libre expresión es falsa, sino también que la alternativa – los medios de comunicación controlados por el Estado – es peor.
Además, la libre competencia, que surge como consecuencia de la propiedad privada de los medios de comunicación, obliga a los mismos a buscar a los mejores periodistas, permite el contraste y la verificación de las noticias, genera pluralidad de visiones y reduce la manipulación de la información.
En los hechos, la prensa más independiente, profesional y plural se ha desarrollado en los países donde el Estado respeta y protege la propiedad privada y donde está restringido de interferir en la libertad de expresión y de la prensa.
Santa Cruz de la Sierra, 17/10/10
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La posición del liberalismo con respecto a la libertad de prensa es indiscutiblemente a favor de la misma. El liberal es por definición un defensor de la libertad de expresión y de prensa.
Sin embargo, una crítica recurrente contra el liberalismo es que al estar los medios de comunicación en manos privadas, responden a intereses particulares, los periodistas reciben presiones de los propietarios y que por tanto en el sistema capitalista no puede haber una verdadera libertad de prensa.
Este es un ejemplo de razonamiento defectuoso e incompleto. Las dos premisas son verdaderas: 1) los medios están en manos privadas y 2) los propietarios ejercen presiones sobre los periodistas. Sin embargo la conclusión de que no existe libertad de prensa es falsa. La razón es la competencia. Un régimen de libertad económica y política genera una diversidad de medios de comunicación representando diferentes enfoques y visiones políticas. Esta variedad, que solo es posible bajo un régimen de propiedad privada, limita o torna ineficaz los intentos de cualquier persona o grupo de interés por controlar la información. La premisa de que la propiedad privada de los medios de comunicación limita la libertad de expresión o de la prensa solo podría ser cierta si todos los medios estuvieran en manos de una persona, de un cartel o de un gobierno. Además, las nuevas tecnologías hacen que la comunicación sea cada vez más barata y accesible, haciendo aun más difícil que los propietarios de medios intenten acciones monopólicas de la información. Hoy cualquiera puede crear un blog, grabar con su celular, subir un video a Youtube y difundir sus ideas a nivel mundial prácticamente sin ningún costo.
En un régimen liberal, el periodista que recibe presiones del propietario del medio en el que trabaja, para que publique o deje de publicar algo, tiene opciones para trabajar en otro medio de la competencia. Para cada escándalo o acto delictivo que un propietario de medio quiera ocultar, habrá una multitud de medios alternativos dispuestos a publicar. En un régimen socialista donde la prensa está en manos del Estado, el periodismo no tiene esta posibilidad y el periodista no tiene más alternativa que convertirse en un vasallo. Por lo tanto, no solo el argumento de que la propiedad privada de los medios de comunicación restringe la libre expresión es falsa, sino también que la alternativa – los medios de comunicación controlados por el Estado – es peor.
Además, la libre competencia, que surge como consecuencia de la propiedad privada de los medios de comunicación, obliga a los mismos a buscar a los mejores periodistas, permite el contraste y la verificación de las noticias, genera pluralidad de visiones y reduce la manipulación de la información.
En los hechos, la prensa más independiente, profesional y plural se ha desarrollado en los países donde el Estado respeta y protege la propiedad privada y donde está restringido de interferir en la libertad de expresión y de la prensa.
Santa Cruz de la Sierra, 17/10/10
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