viernes, 16 de abril de 2010

Las señales que damos

Javier Paz García
Poco o nada sé sobre los detalles y entretelones del caso de las boletas de garantía que el gobierno quiere cobrar a la Jindal. Por lo tanto no puedo opinar sobre si corresponde cobrarlas o no. Sin embargo, más allá de quien tiene la razón, cuando una empresa amenaza parar sus inversiones, como lo ha hecho la Jindal, manda una señal clara de que en el país no existe seguridad jurídica, no hay seriedad por parte del gobierno y que es mejor no invertir. A esto sumemos persecuciones políticas, jueces nombrados a dedo por el presidente, prohibiciones arbitrarias contra las exportaciones, amenazas de nacionalizaciones, controles de precio y un ambiente abiertamente hostil contra las empresas extranjeras y podemos ver por qué Bolivia está lejos de ser un paraíso para los inversionistas.
Bolivia tiene una buena tradición de tirarse un tiro en el pie. Ya años atrás hicimos que la Litco, que estaba interesada en el litio del Salar de Uyuni, se vaya espantada y curada de querer invertir aquí. No tendría que sorprendernos si la Jindal termina haciendo lo mismo.
Probablemente, a pesar de la inseguridad jurídica y las rabietas del gobierno, las empresas petroleras sigan trabajando en Bolivia, probablemente lo haga también la Jindal; a fin de cuentas, estas empresas extractivas tienen que trabajar donde están los recursos naturales. Sin embargo difícilmente podemos esperar inversiones extranjeras en otros rubros que no sean extractivos. Las empresas petroleras no eligen donde hay petróleo, trabajan donde les toca. Sin embargo las empresas que crean valor agregado, que transforman las materias primas u ofrecen servicios, sí pueden elegir dónde invertir. Y difícilmente este tipo de empresas apostaría por Bolivia en las actuales condiciones, cuando pueden hacerlo en países vecinos que ofrecen mejores condiciones.
Las señales que damos son de alarma y precaución para el inversionista y los diversos estudios que evalúan las condiciones de inversión en Bolivia así lo dicen.
Esta situación nos conduce a depender cada vez más de los recursos naturales y a convertirnos de nuevo en un país monoproductor. Mientras los precios del gas y de dos o tres productos adicionales sean buenos, el país va a andar; cuando estos precios caigan todo el país se va a tambalear.
Santa Cruz de la Sierra, 09/04/10

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