Javier Paz García
Respondiendo a la última nota de Abraham Ender (Es la ética, Sr. Paz…, El Deber 14/05/09), yo no sabía que Pinochet y Videla “se autodefinieron ‘defensores de la ética liberal y católica’” como afirma Ender, pero ciertamente no eran liberales. Pinochet tiene el mérito de haber introducido políticas de libre mercado en su país, pero Pinochet era un dictador que no respetaba los derechos humanos. Tampoco lo fueron Videla, Banzer o Strossner. Estos líderes eran anticomunistas de derecha, no eran liberales.
Sobre Torquemada ya expliqué anteriormente que es un personaje que encaja en el marco de los líderes mesiánicos, nunca afirmé que era socialista.
Pero hablemos de lógica y de evidencia. Cuando alguien afirma la inexistencia de algo, solo se necesita una prueba contradictoria para rebatir tal aseveración. Por ejemplo, si alguien dice que no existen dálmatas en Bolivia, la sola muestra de un dálmata en el país refuta esa afirmación. No es necesario encontrar dos, llevar a cabo un censo de dálmatas o escribir la historia de los dálmatas para desmentirla. Sólo un contraejemplo basta.
En ese sentido, Ender afirma que “todo Estado se asienta sobre la religión, los fusiles y el poder económico y que la ética liberal del siglo XIX y sus prohombres nunca intentaron desmantelar”. Thomas Jefferson y Juan Bautista Alberdi intentaron crear sociedades donde se respete la libertad de culto y donde el Estado no se convierta en un todopoderoso capaz de oprimir a los ciudadanos. Estos contraejemplos bastan para concluir que la afirmación de Ender es falsa. Ender se confunde o intenta confundir al pretender que la existencia de lobbies religiosos en EEUU anula la labor de estos prohombres, cuando en todo caso la valida; en EEUU también existen lobbies para defender intereses judíos o musulmanes, todos legalmente establecidos y sin miedo a ser perseguidos por el Estado.
Ender también afirma que “la ética liberal de las últimas dos décadas ha llevado a la práctica la desintegración de toda forma de solidaridad”. Yo lo refuté mencionando las donaciones, que el Larousse define como “acto de liberalidad por el que una persona disminuye en parte su patrimonio en beneficio de otra”, lo cual es prueba suficiente de la falsedad de tal aseveración. Adicionalmente podemos mencionar las donaciones anónimas de sangre que suceden casi a diario en los EEUU o los miles de misioneros gringos que hay regados en todo el mundo. Si para Ender donar dinero, alimentos, sangre o el tiempo personal en beneficio de personas necesitadas no son muestras de solidaridad, tal vez debería consultar un diccionario. Por cierto, la cita de Camus no contradice mi ejemplo.
Sobre la depredación de la naturaleza comentaré en un artículo posterior.
Ender ve “innecesario sustentar lo que se ve y se lee a diario” (posición correcta para debatir). Todos vemos lo mismo, lo que cambia es la interpretación que le damos. No es lo mismo describir un hecho que intentar explicar su causalidad. Y no es lo mismo lanzar afirmaciones, como lo hace Ender, que argumentar. La seriedad de un argumento está en su sustentación teórica y empírica, lo que Ender no hace en lo absoluto. Además, una persona que cree o parece creer (o intenta hacernos creer) que Pinochet era liberal es alguien que no tiene noción ni de la realidad ni de lo que habla.
¿Y la ética Sr. Ender?
La Paz, 14/05/09
martes, 19 de mayo de 2009
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1 comentario:
Aceptar que Videla o Pinochet eran liberales (nada importa que ellos lo digan, yo también puedo afirmar que soy maometano o luchador de la WWF) es no sólo desconocer los elementos más básicos del liberalismo, sino incluso haber perdido la más mínima noción de sentido común. El principio básico del liberalismo no es sólo la libertad o los derechos individuales (cosa que Videla y Pinochet nunca respetaron) sino, sobre todo, la manera en que estas libertades y estos derechos se garantizan a partir de la existencia de normas que regulen y limiten el poder del Estado, aclarando (para que no me llamen neoliberal), que un Estado limitado no es necesariamente un Estado pequeño, pero sí un Estado cuyas atribuciones están claramente fijadas por normas que son cumplidas y no pueden ser rebasadas. Es decir, un Estado constitucional.
Las dictaduras autoritarias -como las de Pinochet o Videla- exactamente hacían lo contrario, proponían modelos estatales donde no existía ningún mecanismo de control del poder, proponían, por lo tanto, la antítesis del liberalismo.
El problema del antiliberalismo quizás estriba en que llega un momento en que los extremistas de izquierda y los de derecha terminan por encontrarse. El punto de confluencia es el deseo compartido de tener un poder omnímodo. Por eso no es raro que los fascistas y los stalinistas (por poner un ejemplo más o menos lejano, pero existen muchos ejemplos muchísimo más cercanos) terminasen compartiendo idénticas tesis antiliberales y sintiesen cierta empatía entre ellos. Hannah Arendt recuerda como Hitler, pese a su acérrimo anticomunismo, manifestó muchas veces públicamente el respeto personal que sentía por Stalin, mucho mayor que el que sentía por los políticos liberales occidentales.
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