Javier Paz García
“Usted replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis” – le dijo el perspicaz detective Erik Lönnrot al comisario Treviranus, dos personajes de un cuento de Borges.
Evo Morales (quien seguramente leyó este cuento de Borges) parece haber aplicado el mismo razonamiento de Lönnrot para el caso YPFB, y prefirió relegar lo verosímil a lo fantástico.
Yo también, siguiendo a Lönnrot me atrevo a lanzar la siguiente conjetura: Evo trabaja para la CIA.
Una característica del latinoamericano es su fatalismo. El latinoamericano nunca está en control de su destino y de sus acciones; es el más acérrimo determinista. Por eso los latinoamericanos nos podemos dar el lujo de ser pobres y atrasados, total, si no es nuestra culpa (nada es nunca nuestra culpa). Por eso en Latinoamérica siempre va a ser más popular un Eduardo Galeano con sus “Venas abiertas de América Latina” a un Álvaro Vargas Llosa, Plinio Apuleyo y Carlos Alberto Montaner con su “Manual del perfecto idiota latinoamericano”. El primero nos dice que nosotros somos unas santas palomas que fuimos engañados en nuestra buena fe, que otros nos robaron los recursos, nos explotaron y toda esa cantaleta que tanto nos gusta. Los segundos nos dicen que nosotros tenemos la culpa de nuestro atraso, pero que si tomamos las acciones correctas por un periodo de tiempo suficientemente largo, podemos salir del pozo. Por supuesto, el primero nos reconforta y alivia al librarnos de toda culpa, mientras que los segundos nos causan dolor. El primero nos llama a odiar a extranjeros, los segundos a mirarnos a nosotros mismos.
Y yo como buen latinoamericano que soy, me inclino por Galeano, tomo el camino fácil y concluyo que existe una conspiración del imperio para mantener a nuestros países en la pobreza. Después de todo, gobiernos tan paupérrimos como los de un Evo Morales, un Hugo Chávez, dos Kirchner, un Correa, un Fidel Castro no pueden ser obra de nuestros propios pueblos. ¡No podríamos ser tan masoquistas! Es por ello que la única hipótesis posible es que la CIA los ha puesto en el poder para mantener a nuestros países pobres y subyugados (la retórica antiamericana de estos presidentes y la expulsión de embajadores y funcionarios de las embajadas yankee es un show armado para despejar toda duda con respecto a la existencia del complot).
Y el plan yankee funciona de maravilla, porque este pobre continente cada día está peor.
Pero bueno, yo tengo el “latinoamericanísimo” consuelo de decir que no es culpa mía.
Santa Cruz de la Sierra, 26/02/09
viernes, 27 de febrero de 2009
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4 comentarios:
quien a otro de sus males culpa, descansa
Interesante... ya sospechaba yo, que la nacionalización fue ideada por la CIA, y el servicio secreto británico para mantenernos siempre en la pobreza... al parecer van por buen camino.
jjejej,lo malo en la teoria es que obama no le da ni la hora, tan contento que estaba con su eleccion.
Galeano corresponde a los años 60, cuando el imperialismo era el enemigo principal; una visión del mundo que no es incorrecta del todo, no en vano Previch y la CEPAL de ese entonces, aunque estén hoy totalmente superados. La idea de un responsable externo ayudó a grandes movilizaciones y concretó esfuerzos monumentales que están a la base de los procesos nacionales de muchos de nuestros paises, incluida Bolivia.
Otra cosa es hacer de la responsabilidad externa, la única responsabilidad.
Esta visión se puede aplicar a todo proceso por construir la igualdad y la liberación. Los movimientos feministas por la igualdad de géneros, los de los negros norteamericanos por los derechos civiles, de los pobres del mundo por construir un socialismo moderno. Solo se alcanzan avances considerables cuando se asume la propia responsabilidad en la construcción de un destino propio. Así es, pero eso no evita reconocer el poder degradante del machismo, del racismo, del capitalismo y como no, del imperialismo. Y luchar contra todo ello.
Pero coincido, lo más importante es asumir la propia responsabilidad.
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