Javier Paz García
La desigualdad es parte de la naturaleza humana: algunos nacen hombres, otras mujeres; unos disfrutan del fútbol, otros el basket; algunos mueren jóvenes y otros viejos. Los seres humanos diferimos en preferencias, aptitudes, creencias religiosas, hábitos alimenticios, rasgos físicos, laboriosidad, productividad, etc. Buscar igualdad en estas áreas es una tarea imposible, en la cual los gobiernos no deben tomar ningún rol.
Como dije al comienzo, la desigualdad es parte de la naturaleza, pero también es producto de la libertad que tiene cada individuo a tomar sus propias decisiones, a seguir su propio camino y a elegir ser diferente a los demás. No se puede ser igual a todos y a la vez ser libre. Y como decía Milton Friedman, premio Nobel de economía, “una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad, termina sin igualdad y sin libertad”.
En este punto es preciso hacer una distinción conceptual: la igualdad de resultados (aquélla que proclaman el socialismo y el comunismo) busca similares condiciones de vida para todas las personas. Por otro lado la igualdad de oportunidades es aquélla donde todos los individuos de una sociedad tienen acceso a las mismas oportunidades y cada individuo decide qué oportunidades tomar.
Los gobiernos que ponen un excesivo énfasis en la igualdad de resultados necesariamente terminan restringiendo las libertades de sus ciudadanos, y como la historia lo demuestra, empobreciéndolos.
Sin embargo, los Estados deben buscar que existan condiciones mínimas de oportunidades para todos sus ciudadanos. Y existe una desigualdad que los gobiernos deben combatir: aquélla que nace de la discriminación.
La discriminación que sufren las niñas en el acceso a la educación porque muchos padres prefieren que solo estudien sus hijos varones es una verdadera tragedia que debe combatirse. La discriminación que sufren las mujeres que, teniendo iguales calificaciones, en promedio ganan menos que los hombres, es también inaceptable. La discriminación y el menosprecio contra alguien por ser indígena, o negro, es algo indigno de estos tiempos. La discriminación en el acceso a la educación, a un puesto de trabajo, al sistema de justicia, al derecho de propiedad privada por motivos de género o raza mellan la dignidad humana y deben ser combatidos.
En Bolivia todavía existe este tipo de discriminación, todavía existen niñas que son discriminadas en el acceso a la educación por sus propios padres, todavía existe gente que cree que un blanco intrínsicamente vale más que un negro o un indígena, todavía existen hombres que creen que la mujer no debe salir de la cocina.
La otra desigualdad es la de la justicia, cuando es más lenta para algunos y más pronta para otros; cuando los fallos se determinan de acuerdo a amistades y billeteras; cuando un trámite tarda una eternidad.
Si como sociedad queremos justicia social, debemos procurar eliminar las formas de discriminación que mellan la dignidad humana y debemos buscar un sistema de justicia que sea verdaderamente ciego e imparcial en sus fallos y eficiente en sus procesos y sus tiempos. Hacer que el Estado vaya más allá de estos puntos y que busque la igualdad distributiva de los ingresos, significa atribuirle un rol que no le corresponde y permitirle el robo legalizado del trabajo ajeno. Es un rol incongruente con una sociedad de personas libres.
La Paz, 05/09/08
jueves, 11 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Bien ché... Confundiendo diferencia con desigualdad. Y mejor aún: reificando... Lo social es lo que es por oposición a la naturaleza. En la sociedad no hay nada "natural". Eso es lo que aprendimos los modernos al tomar conciencia de la contingencia... A menos, claro, que aún no hayas dado el salto hacia la modernidad...
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