martes, 10 de septiembre de 2024

¿Cómo se determina el tipo de cambio?


Javier Paz García

 

El tipo de cambio es un precio. Es el precio de una moneda en términos de otra. Así como podemos decir que un dólar compra tantos tomates o naranjas, también podemos decir que un dólar puede comprar tantos pesos argentinos o euros o cualquier otra moneda y viceversa. Si el tipo de cambio es un precio más, tenemos que entender cómo se determinan los precios en general y me gustaría dar un ejemplo hipotético que nos ayude a entender la dinámica de precios de manera conceptual. 

Comencemos con un mercado donde a cierto precio x, la cantidad de carne de vaca que producen los ganaderos en el país (oferta) es igual a la cantidad de carne que los consumidores compran en los mercados (demanda). Si a ese precio x, los productores no tienen incentivos de producir ni más ni menos carne y los consumidores no tienen deseos de comprar ni más ni menos carne, entonces podemos decir que el mercado está en equilibrio, que la oferta iguala la demanda, no hay desabastecimiento ni exceso de carne y el precio se mantendrá estable en el tiempo. Ahora supongamos que una sequía extrema provoca pérdidas importantes del hato ganadero y por ende hay una menor producción de carne. Entonces habrá menos carne en los mercados y al precio x que anteriormente equilibraba la oferta con la demanda, habrá desabastecimiento. Algunos consumidores se quedarán sin la cantidad de carne que normalmente consumían y empezarán a pujar por la carne, ocasionando que su precio se eleve. Con la elevación de precios, los consumidores demandarán menos carne de vaca, porque preferirán comprar pollo, porotos o algún otro alimento en reemplazo. Es decir, la demanda de carne bajará hasta equipararse con la menor oferta y en ese punto el mercado otra vez se hallará en equilibrio con un mayor precio y una menor cantidad de carne producida. Este precio mayor de la carne, a su vez permitirá a los ganaderos tener un mayor margen de ganancia del que tenían anteriormente, con lo cual podrán recuperarse más rápido de las pérdidas que tuvieron por el impacto de la sequía y generará los recursos para que vuelvan a invertir en la reconstrucción del hato ganadero. La recomposición del hato ganadero a su vez irá aumentando la oferta de carne producida y a medida que ésta aumenta el precio de la carne irá bajando en el mercado hasta llegar de nuevo al precio de equilibrio x. Ahora ¿qué pasa si el gobierno decide intervenir luego del desastre de sequía y regular el precio manteniéndolo en x? En primer lugar, no logrará que aparezca más carne, habrá menos carne en el mercado porque hubo un shock de oferta (muchas vacas murieron por la sequía). Pero el precio regulado hará que haya desabastecimiento de carne, porque al precio x, la gente demandará más carne de la que se puede producir. Por otro lado, los ganaderos (que sufrieron pérdidas importantes y están golpeados económicamente) no tendrán los ingresos extraordinarios que tendrían si el gobierno se hubiera abstenido de intervenir el mercado y regular los precios por debajo del mercado. Entonces los incentivos para invertir en ganadería serán menores y el periodo de recuperación del hato ganadero será más largo, por lo que habrá menos carne en los mercados por más tiempo. Al final pierden los consumidores y pierden los productores. Y encima perdemos los contribuyentes porque se crean ejércitos de funcionarios públicos para controlar los precios, hostigando y chantajeando a los comerciantes (estos funcionarios públicos serían de más servicio a la sociedad lavando parabrisas en los semáforos).

El anterior ejemplo ilustra las fuerzas de oferta y demanda en un mercado libre, el rol fundamental que el precio juega para regular el mercado y lo contraproducente que puede ser la intervención estatal de los precios. El precio no es algo arbitrario, sino que es un mecanismo de información que nos avisa sobre la abundancia o carencia de los bienes o servicios. Cuando un bien es abundante con relación a lo que demandan los consumidores, el precio baja y por ende se reducen los incentivos para producir más de ese bien, hasta llegar a un equilibrio entre oferta y demanda. Cuando hay carencia de un bien, el aumento de precio da las señales para que los consumidores busquen alternativas y los productores inviertan para aumentar la producción. La intervención estatal entorpece estas señales, como de manera análoga, el consumo de alcohol entorpece las señales de nuestro sistema nervioso y hace que nuestros reflejos sean más lentos.

Volviendo al tipo de cambio, existe un precio de equilibrio entre una moneda y otra. Ese precio de equilibrio también está definido por la oferta y la demanda. Tomemos el caso de Bolivia. La oferta de dólares está definida por nuestras exportaciones. Mientras más exportemos, más dólares tendremos disponibles. Nuestra demanda de dólares está definida por nuestras importaciones, las cosas que compramos de otros países y para las cuales necesitamos dólares para pagar a los proveedores del exterior. Al igual que en el ejemplo de la carne, el tipo de cambio entre el dólar y el boliviano, regula los incentivos para exportar e importar (cambia la oferta y la demanda). Un ejemplo sencillo puede servir de ilustración: si 1 dólar equivaliera a 1 boliviano, un vehículo de 30 mil dólares costaría 30 mil bolivianos y muchas más personas comprarían vehículos de lo que actualmente sucede. Por otro lado, un producto boliviano, digamos un mueble de exportación, que cuesta Bs. 1000, también costaría 1000 dólares y se exportaría menos cantidad, por ser caro para los extranjeros. Ahora veamos el caso contrario, Si un dólar fuera equivalente a Bs. 20, un vehículo que cuesta 30 mil dólares, costaría 600 mil bolivianos y al ser más caro, los residentes del país comprarían menos vehículos. El mueble de madera que cuesta Bs. 1000 equivaldría a 50 dólares, lo que sería mucho más atractivo para los extranjeros y facilitaría la exportación de este producto. En definitiva, si el boliviano está caro con respecto al dólar (como el ejemplo de 1 a 1), se incentivan las importaciones y se desincentivan las exportaciones; y si el boliviano está barato con respecto al dólar (como el ejemplo de 20 bolivianos por dólar), se generan incentivos a exportar porque somos baratos para el resto del mundo y se desincentivan las importaciones porque el resto del mundo se hace caro para los residentes bolivianos.

Dejando las abstracciones de lado, el gobierno de Bolivia intervino el mercado regulando el precio del dólar y lo mantuvo fijo desde el 2011, esto incentivó las importaciones e hizo a los productos bolivianos menos competitivos en el exterior. Además, ahuyentó la inversión local y extranjera con políticas y acciones que socavaban la seguridad jurídica y fue ahogando al sector de hidrocarburos, lo que redujo las exportaciones de gas, reduciendo el ingreso de dólares. Por lo tanto, el desabastecimiento de dólares y el déficit comercial son de exclusiva responsabilidad del gobierno que incluso ahora insiste en mantener un tipo de cambio de Bs. 6,96 por dólar que es una mentira.

El presidente Luis Arce Catacora, ayer indicó que el Estado generó dólares de hidrocarburos y el sector privado los gastó generando el déficit en la balanza de pagos. Como el mal economista que es, no mencionó el tipo de cambio sobrevaluado, como el factor fundamental para que exista el déficit comercial. No está de más indicar que no fue el Estado el que generó los dólares de hidrocarburos, fueron empresas petroleras, transnacionales que tanto satanizan; el gobierno masista simplemente usufructuó del trabajo de esas empresas.

Es fundamental que el Estado deje de intervenir el mercado y permita que el tipo de cambio se determine libremente, por las fuerzas de oferta y demanda. El momento que lo haga, el costo del dólar será mayor en términos de bolivianos hasta alcanzar su equilibrio (en realidad ya lo es, a través del mercado libre y de los costos totales de transferencia de dinero al exterior) y no habrá desabastecimiento, quien quiera dólares, los conseguirá al precio que el mercado defina (y el mercado somos todos). Cuando los actores económicos del país (consumidores, productores, instituciones financieras) podamos tranzar libremente los dólares, sin coerción de parte de las instituciones estatales, se acabará la falta de dólares, se acabarán los límites a las tarjetas de crédito, las aerolíneas y navieras extranjeras volverán a ofrecer servicios en el país con pago local, las comisiones bancarias por transferencia al exterior volverán a la normalidad y con un dólar más caro, importaremos menos y exportaremos más.

 

El argumento de que si el gobierno libera el tipo de cambio, este se iría al infinito no es correcto. El dólar suple ciertas necesidades, las necesidades de importación. A medida que el dólar se encarece, se encarecen los productos importados y por ende consumimos menos, esto sucede con bastante rapidez. Por otro lado, se incentivan las exportaciones, aunque este proceso, al responder a fuerzas productivas, que requieren capital, trabajo y tiempo, puede demorar meses o años. Estas fuerzas de oferta y demanda harán subir el dólar hasta llegar a un equilibrio. Existe un equilibrio, que en este momento, mirando los mercados paralelos parece estar entre 10 y 15 bolivianos por dólar. Pueden existir elementos especulativos y de expectativas que eleven al dólar por encima de su nivel de equilibrio, pero solo pueden ser temporales, porque en algún momento generan que haya más personas dispuestas a vender dólares, de los que quieren comprar, haciendo que el dólar baje. Algo así parece haber sucedido hace unas semanas cuando el dólar llegó a cotizarse a 15 para luego bajar a niveles cercanos a los 11 en la calle.

He afirmado que existe un tipo de cambio que equilibra la oferta y demanda de dólares y que actualmente éste parece rondar los 10 a 15 bolivianos. Algo importante de aclarar es que este no es un equilibrio estático, sino dinámico, es decir puede ir cambiando en el tiempo y un factor fundamental es la oferta de bolivianos, es decir, la cantidad de billetes que el Estado boliviano imprime y pone en circulación. A diferencia del caso de las vacas, donde existen miles de productores y su oferta responde a procesos productivos que requieren capital, trabajo y tiempo, la oferta de bolivianos depende exclusivamente del Estado y puede cambiarse de un día para otro. En la medida en que el Estado imprima y ponga billetes en circulación, el boliviano se devaluará con respecto a todas las otras monedas y todos los bienes y servicios. Para explicarlo en forma sencilla (aunque estrictamente no del todo rigurosa), si en una economía hay 10 manzanas y 10 pesos, cada manzana costará un peso; si de pronto el Estado mete 10 pesos más a la economía haciendo un total de 20 pesos, eso no hace que existan más manzanas, seguirá habiendo las mismas 10 manzanas que ahora valdrán 2 pesos cada una. El precio de las manzanas se duplicó o mejor dicho, el peso perdió la mitad de su valor. De igual manera, si el Estado mete bolivianos a la economía, el tipo de cambio de equilibrio que ahora puede que esté rondando los 11 bolivianos, en un año podría estar en 20 y en dos años en 100, dependiendo de cuan irresponsable quiere ser el gobierno. Por ello es fundamental exigir que el gobierno corrija el abismal déficit fiscal que viene teniendo de manera crónica por una década y que puede conducirnos a emisiones inorgánicas de billetes y la pérdida de valor del boliviano donde efectivamente, el cielo es el límite.

Santa Cruz de la Sierra, 10/09/24

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