Javier Paz
García
El rey
Eduardo I de Inglaterra (1237-1307) y su esposa, la reina Eleonor (1241-1290)
tuvieron 16 hijos. Como hijos de reyes tuvieron las mejores condiciones de la
época, comida abundante, palacios para elegir, un ejército de sirvientes, los
mejores doctores. Sin embargo 10 de esos niños murieron durante la niñez y solo
3 llegaron a los 40 años[1].
Desde los comienzos de la civilización hasta hace apenas 200 años, la tasa de
mortalidad antes de llegar a la adolescencia era de alrededor del 50% y la
esperanza de vida promedio era de 30 años. Bajo estas condiciones más de la
mitad de nosotros ya deberíamos haber muerto. Para nuestros abuelos y
bisabuelos perder un hijo era algo normal, hoy, que un padre pierda a un hijo
es algo trágico. Este cambio radical en las tasas de mortalidad y de esperanza
de vida se debe a varios factores, pero entre los más importantes está el
descubrimiento y desarrollo de vacunas. Los mayores asesinos desde la
prehistoria hasta hace apenas unas décadas eran las enfermedades infecciosas
como la tuberculosis, la polio, el tétanos, hepatitis. A principios del siglo
XX un hijo de Calvin Coolidge, presidente de Estados Unidos, murió de una
infección en el pie por una ampolla que desarrollo por jugar tenis sin
calcetines. Es decir, ni el poder de un rey de Inglaterra o del presidente de
los Estados Unidos podía evitar estas muertes. Hoy las tasas de mortalidad
infantil se calculan en unidades por mil, la polio está extinta y es raro que
un niño muera de tuberculosis o tétanos; esto gracias a las vacunas. Las
vacunas funcionan y salvan vidas. Hoy el mundo está atravesando una crisis a
causa del Covid 19 y nuevamente son las vacunas las que van a salvarnos. Sin
embargo, hay personas que tienen miedo de vacunarse por razones plausibles como
el desconocimiento de los efectos de largo plazo hasta idioteces como que las
vacunas vienen con chip o nos puede convertir en hombres lobo. Desde el
desarrollo de las vacunas, los efectos que han aparecido en el largo plazo son
prácticamente inexistentes; sí puede existir reacciones inmediatas, como una reacción
alérgica. Sería razonable pensar que en el caso de las vacunas del Covid es lo
mismo. Quienes temen efectos de largo plazo, especulan sin datos, lo cual no
quiere decir que no exista la posibilidad, pero dada la información que
tenemos, esa posibilidad es prácticamente nula. Por otro lado, la vacuna contra
el Covid (de cualquier marca o procedencia) funciona, y prácticamente reduce a
cero la posibilidad de muerte u hospitalización. Bajo un estricto análisis probabilístico,
vacunarse genera una minúscula incertidumbre a largo plazo altamente
especulativa, mientras no vacunarse significa un riesgo inmediato y real, bien
documentado de morir o ser hospitalizado ahora. Vacunándonos no solo nos
protegemos a nosotros, sino también a nuestras familias, amigos, colegas y
clientes. La vacuna funciona, y salva vidas. Vacunémonos.
Santa Cruz
de la Sierra, 01/07/21
1 comentario:
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