Javier
Paz García
Milton
Friedman alguna vez bromeó que si al gobierno federal le encargaran el cuidado
del desierto del Sahara, pronto habría escasez de arena. Está bastante probado que
los gobiernos son malos administradores en general y que donde se meten
ocasionan distorsiones que en muchos casos terminan siendo contraproducentes
contra los objetivos que supuestamente quieren lograr. Este dato no es una
cuestión de preferencia ideológica, sino algo estadísticamente comprobable en
diferentes culturas, épocas, niveles de educación, idiomas, climas o
religiones. No importa si es en Estados Unidos o en la Unión Soviética, si
Venezuela o Uruguay, si Irlanda o Inglaterra, las actividades del Estado tienen
grandes deficiencias, y cuando se mete a la economía, las consecuencias son
malas casi sin excepción.
Viendo
el caso de Bolivia y yendo por orden de prioridades existen dos áreas donde la
intervención del Estado es prácticamente insustituible y hacen a su esencia:
defensa y justicia. La historia de Bolivia no es muy halagüeña en cuanto a sus
logros en defensa. En cuanto a justicia, debe ser una de las más corruptas,
morosas e ineficientes del mundo, en general en este país no hay mucha
diferencia entre caer en manos de atracadores, policías o jueces; en cualquier
caso quien caiga en sus manos terminará siendo asaltado.
En
un segundo orden, podemos considerar a la educación y la salud como funciones
importantes del Estado. Nuevamente el nivel de calidad de la educación y la
salud en Bolivia no es algo que muchos defiendan.
Uno
de los principios de la buena gestión es que las empresas se deben enfocar en
las áreas estratégicas y buscar la excelencia en tales áreas y “tercerizar” las
áreas no vitales. Uno pensaría que por sentido común, un gobierno con tantos
problemas de corrupción, de justicia, de calidad en los sistemas de salud y
educación priorizaría solucionar tales problemas y realmente tener justicia,
educación de calidad y salud de calidad antes de meterse a fabricar papel o
cartón. Quienes están en función de gobierno no piensan así: hacer mal las funciones principales del
Estado no es razón suficiente para no meterse a hacer otras cosas menos
importantes. Y con esta mentalidad llegamos a ver a ineptos construyendo
ingenios azucareros donde no hay caña, aeropuertos internacionales donde no llegan
los extranjeros y un sinnúmero de inversiones inviables. El costo lo van a
pagar futuras generaciones. Quienes quieren ver a un Estado más poderoso y más
grandes, ampliando sus potestades para solucionar más problemas deberían
preguntarse primero ¿qué hace bien el Estado?
Santa Cruz de la Sierra, 13/11/16
http://javierpaz01.blogspot.com/
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