Javier Paz García
Lenin dijo que los capitalistas eran capaces de vender la soga con la cual serían ahorcados… y tenía razón. Podría parecer paradójico que empresarios apoyen regímenes socialistas cuyas políticas van en contra de la libre empresa. Esta aparente paradoja se explica por varios motivos. Mencionaré primeramente que el empresario en general no es político, ni economista, ni historiador, ni mucho menos liberal. No necesariamente sabe de las barbaridades del socialismo a lo largo de la historia, no necesariamente sabe del efecto empobrecedor de las políticas socialistas sobre la producción y el crecimiento económico, probablemente ni siquiera entiende a cabalidad que es liberalismo, ni que es socialismo. Además, el empresario busca maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas. Su estrategia de negocios rara vez está influenciada por consideraciones políticas, ideológicas o filantrópicas. El empresario busca como hacer dinero en tiempos buenos y como no perderlo en tiempos difíciles. Y así como un empleado, puede estar dispuesto a trabajar con un jefe abusivo y tacaño en épocas de crisis, pero a la primera oportunidad, se cambia a una pega mejor, también el empresario trabajará con el gobierno que le toque y en las condiciones que tenga, hasta que la soga lo ahorque. El empresario en general actúa con un instinto de supervivencia y si tiene que asociarse con el enemigo, la mayoría de las veces lo hará. Es complicado criticar esta actitud, ya que es la misma que, bajo condiciones favorables, hace del empresario un agente de innovación y creatividad, tomador de riesgos, proveedor de fuentes de empleo e impulsor del desarrollo económico de una región o país.
Por otro lado, aunque el socialismo genera pobreza, atraso y decrecimiento, no es malo para todos los empresarios. La consecuencia del socialismo es la estatización de la economía, el férreo control estatal sobre el sector privado y la creación de una burocracia encargada de dar o quitar permisos de producción, de exportación, fijación de precios, etc. Bajo estas condiciones puede ser fácil enriquecerse si se conoce a las personas adecuadas dentro del régimen, y siempre habrá quienes que conozcan a las personas adecuadas para conseguir adjudicaciones, monopolios, subvenciones, tasas preferenciales de interés, concesiones y otras bondades del socialismo. La diferencia entre un régimen liberal donde existe la libre competencia y el régimen socialista-estatista es que en el primero, los empresarios que triunfan y adquieren fortunas son aquellos que logran ofrecer a la población el mejor producto al menor precio, es decir los que logran ser mejores que la competencia, mientras que en el segundo es la burocracia socialista la que de antemano elije con el dedo a los nuevos ricos, que siempre son los parientes, los amigos y los allegados al régimen, quienes además pueden ofertar productos caros y de mala calidad, porque el Estado los protege de la competencia.
Santa Cruz de la Sierra, 03/02/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
jueves, 3 de febrero de 2011
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