Javier Paz García
Conocí a Monseñor Tito Solari debido a su amistad con la familia de mi esposa. Mis suegros le pidieron que oficie nuestro matrimonio, solicitud que aceptó. Fue por este motivo que un par de meses antes de la boda, nos reunimos para que él conociera a los entonces novios. Fue una reunión de poco más de una hora pero no hace falta conversar mucho con Monseñor Tito para darse cuenta que uno está ante una gran persona. Tiene un carácter afable y su voz posee una serenidad contagiosa, su conversación es cordial e intercala con frecuencia anécdotas simpáticas de su vida, lo que ayuda a que uno rápidamente se sienta en confianza. Su actitud da la sensación de que no ve en otros a inferiores, sino a iguales; no adopta el rol de moralizador situado por encima del resto de la humanidad. Por eso, conversar con Monseñor Tito es una experiencia maravillosa.
Estas impresiones se vieron reforzadas en mi segundo encuentro con él, la noche de mi boda.
Apenas unas semanas después, Monseñor Tito se vio envuelto en una controversia por declarar su preocupación de que hayan niños en el Chapare traficando con droga. Los sindicatos cocaleros y el gobierno lo atacaron duramente, amenazándolo incluso con expulsarlo del país. Su reacción fue de humildad y conciliación. Resolvió la crisis ofreciendo la otra mejilla, respondiendo las ofensas ajenas, con una disculpa propia. Para quienes no lo conocen, su respuesta podría parecer una capitulación; para quienes hemos tenido el privilegio de conocerlo, es una muestra más de coherencia con sus principios.
Uno de los personajes más adorables de la literatura, es el Monseñor Myriel, de la obra Los Miserables de Victor Hugo. Uno de los momentos sublimes de la obra es cuando este personaje en vez de delatar a Jean Valjean por el hurto de su platería, se la regala con yapa. Este acto le muestra al personaje principal de Los Miserables que existe bondad en el mundo y le permite iniciar el camino de la redención. Monseñor Myriel salva el alma de Jean Valjean.
La actitud de Monseñor Tito Solari ante la crisis con los cocaleros me recordó a ese personaje literario tan bueno y bondados. Creo que es válida la comparación entre ambos. Creo que, como el ficticio Monseñor Myriel, nuestro Monseñor Tito, verdadero, de carne y hueso, viene a salvar almas. No busca reconocimientos, fama o poder, no intenta ganar batallas políticas, sino hacer el bien y ayudar al prójimo. Y es extraordinaria la humildad con la cual desempeña su misión. Por ello es capaz de devolver bien por mal, de intermediar en conflictos aparentemente irresolubles, de ver más allá de la noción maniquea de buenos y malos, de ver como una victoria lo que para otros sería una humillación.
Hace poco recibió un reconocimiento en Santa Cruz por su labor para con los jóvenes. Fue notorio en el público la admiración y el agradecimiento sentido por este extraordinario hombre. En su discurso de agradecimiento él dijo que la más contenta por el premio sería su mamá. Sería un honor si mi pequeño homenaje también provocase su alegría.
Santa Cruz de la Sierra, 21/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
martes, 25 de enero de 2011
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario