Javier Paz García
La desigualdad es un hecho de la vida. El ser humano tiene diferencias de raza, género, estatura, inteligencia, fuerza, etc. Los seres humanos también difieren en sus preferencias, su educación, su creatividad, su perseverancia. Estas diferencias son las que crean todo tipo de desigualdades entre los seres humanos, incluida la desigualdad del ingreso.
La desigualdad de ingresos no es un problema en sí, la pobreza o la corrupción son problemas que sí hay que combatir.
Una sociedad altamente desigual donde todos tienen un nivel adecuado de educación, acceso a la salud, trabajo y capacidad de ahorro, no es un problema, no importa cuanta desigualdad exista entre quienes ganan más y quienes ganan menos. En cambio, una sociedad con perfecta igualdad de ingresos, donde todos viven en la pobreza y la miseria, de ninguna manera puede ser un modelo a seguir. Entonces quienes hablan de desigualdad y luego citan problemas de salud o de falta de servicios básicos, en realidad se están refiriendo a un problema de pobreza y no de desigualdad de ingresos.
Un Estado donde solo pueden enriquecerse quienes tienen acceso a cargos de gobierno o las conexiones para ganar las licitaciones de forma amañada, también genera desigualdad. Pero aquí los problemas son la corrupción y el tráfico de influencias. Combatir la desigualdad en este caso será una pérdida de tiempo y esfuerzo.
No hay razón para combatir la desigualdad cuando es generada por diferencias en la capacidad productiva o inventiva. Por ejemplo, Bill Gates tiene miles de millones de dólares gracias a programas como Windows u Office. Estos inventos han beneficiado a millones de personas en todo el mundo, quienes voluntariamente le han dado dinero a Bill Gates para tener el privilegio de usarlos. Esa increíble fortuna de Gates genera una gran desigualdad, pero nadie sugiere que su dinero debería ser confiscado para reducir la desigualdad de ingresos. No hay razón para que quien se levanta todos los días a trabajar, gane igual que quien se queda en su hamaca durmiendo. Por supuesto habrá quienes levanten la bandera de la lucha contra la desigualdad meramente por envidia de ver el progreso ajeno, pero la envidia no es una razón válida para que los gobiernos busquen reducir la desigualdad.
Es natural y es eficiente que quien produzca más gane más. Una sociedad que recompensa con mejores ingresos a sus mejores intelectos, a sus mejores industrialistas, a sus mejores trabajadores, a sus mejores ingenieros, es una sociedad que incentiva a que la gente quiera ser cada día mejor. Una sociedad así, producirá más inventos, mejor salud, mejor educación, mejores trabajos y mejores salarios. Por el contrario, una sociedad que castiga a sus mejores mentes diciéndoles que por ser más capaces tienen que aportar más y recibir menos (el lema marxista), acaba con el deseo de superación y la creatividad de las sus integrantes, y conduce a todos hacia el estancamiento económico y la pobreza.
La lucha contra la desigualdad de ingresos es una distracción de verdaderos problemas como la pobreza y la corrupción y en muchos casos genera políticas que buscan igualar para abajo a quienes tienen más, lo que ocasiona mayor pobreza.
Santa Cruz de la Sierra, 01/09/10
jueves, 9 de septiembre de 2010
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