Javier Paz García
Ayer un amigo expresó sus buenos deseos para el nuevo año de que me vaya bien en todo y que todos mis proyectos y anhelos se cumplan y yo pensé si les desearía lo mismo a mis hijos y la verdad que no. Al igual que un músculo que necesita cierto nivel de estrés para desarrollarse y crecer, el ser humano necesita cierto nivel de dificultades y fracasos. Es proverbial la historia de personas que siendo pobres acumularon riqueza mediante mucho trabajo y sacrificio y que a sus hijos les dieron todos los gustos “para que no sufra lo que yo sufrí” y terminaron siendo flojos y consentidos que dilapidaron la riqueza los padres y volvieron a ser pobres en lo material, porque nunca dejaron de serlo en lo espiritual. La mayor riqueza que podemos heredar a nuestros hijos es la de aprender a valerse por sí mismos y eso no se logra dándoles gustos, sino dándoles responsabilidades, exponiéndolos a retos, dejándolos fracasar, errar y golpearse un poco. Los adultos también necesitamos retos, dificultades y tropezones para seguir creciendo. Fracasar en un proyecto, hacer mal un trabajo, perder dinero en un negocio, dañar una relación son cosas que nadie desea para otros ni para sí mismo, pero sin las cuales uno se priva de importantes lecciones de vida. La vida está llena de meandros y cuando uno mira para atrás con frecuencia encuentra que los fracasos y dificultades pasados fueron un peldaño indispensable hacia logros y alegrías posteriores. A menudo lo más memorable de un viaje es aquello que no estaba planificado y nadie deseaba, como cuando se plantaba el vehículo en los barriales y teníamos que bajarnos a empujar y todos quedábamos embarrados hasta el coto; o se volcó la canoa y se mojó todo… y nos seguimos acordando de esas experiencias con nostalgia.
Dicho esto, mis deseos para este y futuros años son que riamos mucho; que tengamos retos que nos empujen a hacer cosas que no nos creíamos capaces de hacer; que nuestros fracasos nos enseñen algo; que nuestros problemas de salud nos hagan apreciar lo frágil que es la vida y disfrutarla más; que la pérdida de nuestros seres queridos nos hagan apreciar lo valioso que es el amor y la amistad; que a pesar de las dificultades, miremos el futuro con optimismo y alegría; que tengamos muchas reuniones familiares; que los primos, dejen de dar tanta mamadera y se den tiempo para juntarse; que nuestros hijos, luego de aporrearse en una bicicleta, quieran volver a subirse en ella; que dejemos que nuestros hijos se aporreen responsablemente; que aprendamos a perdonar, sobre todo a nosotros mismos; que a las reuniones de amigos, vayan todos; que los amigos se burlen de nosotros y nosotros de ellos, siempre en buena onda; que encontremos un propósito en nuestra existencia y que, a pesar de los fracasos, sinsabores y tristezas, siempre quede un balance positivo del rumbo de nuestras vidas.
Santa Cruz de la Sierra, 01/01/2025
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