Javier
Paz García
Existe
mucha confusión con los conceptos de democracia y derechos humanos. Mientras
que la mayoría de la gente considera que los derechos humanos son una serie de
privilegios y dádivas que tiene que otorgar el Estado, otros creen que la
democracia es casi un sinónimo de derechos humanos.
La
libertad de elegir y ser elegido para un cargo público es uno de los derechos
que tenemos como ciudadanos, pero no es el único y aunque un régimen
democrático por su naturaleza tiende a ser más respetuoso de los derechos
humanos que un régimen no democrático, la democracia por sí sola no garantiza
el cumplimiento de tales derechos. Y es que mientras la democracia es el
gobierno de la mayoría, los derechos humanos son la garantía de protección de
la vida y la libertad de las personas, protección que un Estado debe procurar
contra los caprichos de los gobernantes de turno e incluso contra los caprichos
de la mayoría.
Para
demostrar la diferencia entre ambos conceptos no hace falta más que ver los
regímenes de Hugo Chávez en Venezuela, Cristina Fernández en Argentina o Evo
Morales en Bolivia. De ninguna manera se puede discutir la naturaleza
democrática de estos regímenes; conquistaron el poder en elecciones libres y
mantuvieron una alta popularidad durante sus mandatos. Y sin embargo cometieron
violaciones a los derechos humanos de manera sistemática y premeditada. La
libertad de expresión (y su corolario, la libertad de prensa) y la propiedad
privada fueron sus principales víctimas, pero también hubo persecución
política, terrorismo de Estado, asesinatos y homicidios que configuran una
serie larga de violaciones a los derechos humanos, y a pesar de todo esto,
mantuvieron el apoyo de la mayoría de los votantes, por ende fueron
democráticos en el más estricto sentido de la palabra.
Históricamente
el mayor violador de los derechos humanos ha sido el Estado, incluso en los
regímenes democráticos. El principal rol de una constitución debería ser
limitar el poder del Estado y proteger las libertades individuales. Lamentablemente
muchas constituciones hacen lo contrario: agrandan los poderes del Estado a
costa de la libertad de las personas. La vigencia democrática aunque necesaria,
no es suficiente para garantizar la vigencia de los derechos humanos y como los
ejemplos anteriores lo demuestran, la mayoría del pueblo puede
circunstancialmente apoyar y ser cómplices de gobiernos que hacen de la
violación sistemática de los derechos humanos una política de Estado.
Santa Cruz de la Sierra, 04/02/17
http://javierpaz01.blogspot.com/