viernes, 10 de febrero de 2012

Precisiones sobre la racionalidad


Javier Paz García
Alberto Bonadona en su artículo Racionalidad económica limitada (El Deber, 28/01/12), entre divagaciones y errores conceptuales, hace una crítica de la racionalidad.
En primer lugar confunde los fines u objetivos, con los medios e intenta analizar la racionalidad de los objetivos. También critica la “forma simple de razonar” de los economistas, ¡sin embargo implícitamente iguala la racionalidad económica con la búsqueda de acumulación de riqueza! Nada es más simplista que esto.
Cada persona tiene diferentes valores éticos y objetivos personales. Unos quieren ser ricos, otros ascetas, unos poetas, otros don juanes, unos jugar fútbol, otros ayudar a los pobres, etc. Como indica Ludwig von Mises, los objetivos de cada ser humano no están sujetos a un análisis de racionalidad y nada tiene que decir el economista sobre éstos. Sin embargo, para lograr nuestros objetivos, los seres humanos disponemos de recursos, que siempre son escasos. Es el uso de la razón lo que nos permite que tomemos decisiones con respecto al uso adecuado de los recursos para alcanzar nuestros objetivos. Y es el trabajo del economista estudiar el uso racional de los recursos. Para ello debe presumir cierta racionalidad de los individuos; sin esta presunción su trabajo se hace imposible. Corresponden a la psicología y la psiquiatría el estudio de la irracionalidad.  Bonadona confunde la presunción de racionalidad como herramienta de análisis con juicios de valor de carácter ético. Por ejemplo dice que “Escoger el propio interés de acumular capital, por ejemplo, puede llevar a un ser humano a esclavizar a otros”. Efectivamente esclavizar a otros es éticamente deleznable, pero no es en sí mismo, racional o irracional. Bonadona ni siquiera entiende la definición de libre mercado, cuya característica principal precisamente excluye situaciones de esclavitud: el comercio de esclavos y la trata de personas no son mercados libres.
Bonadona confunde racionalidad con conflicto de intereses y luchas de poder (y nuevamente la asocia a actividades anti-éticas) cuando dice que “preservar lo que escogió un grupo por la posición que en un momento ocupa (conquistador, hacendado o gobernante de turno) significa mantener la condición de extrema pobreza de otros grupos, tal elección será ‘racional’ para el grupo poderoso, pero no para el grupo sometido. ¿Cómo explicar, entonces, que este segundo grupo pudo ser económicamente irracional?”. La racionalidad del explotador no implica la irracionalidad del explotado ni viceversa: ambos grupos pueden estar actuando racionalmente en un escenario de explotación y abuso de poder. Por cierto este tipo de situaciones donde ciertos grupos mantienen privilegios es característico de los Estados: los mercados competitivos tienden a reducir los privilegios sectoriales, en cambio los gobiernos tienden a crear grupos privilegiados a costa del resto.
Finalmente Bonadona llega a la insólita e infundada conclusión de que la causa parcial de la pobreza en el mundo es que “se privilegia como única la concepción de la racionalidad económica”. Por supuesto, su simplista y errónea concepción de la racionalidad económica lo lleva a este desenlace.
Santa Cruz de la Sierra, 10/02/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

miércoles, 1 de febrero de 2012

Adam Smith más allá del propio interés


Javier Paz García
En su artículo La lógica del propio interés (El Deber, 21/01/12) Alberto Bonadona hace una caracterización tendenciosa y equivocada del pensamiento de Adam Smith. Bonadona dice que “No hay nada que pueda frenar la búsqueda de la propia satisfacción y no hay nada, en la concepción smithiana, que diga por cuál vía lograrlo. No hay prójimo por quien preocuparse, se trata de cada uno por sí mismo. Ni familia ni religión o, mejor dicho, la religión es esa incesante sed de acumulación.” Cualquiera que lee este párrafo y el resto del artículo podría concluir que para Smith solo importaba la acumulación de riqueza, bajo una lógica maquiavélica e incluso criminal. Nada más lejano a la verdad.
En primer lugar, Smith no inventó la lógica del propio interés, como parece creerlo Bonadona, sino que simplemente, dejando los prejuicios de lado y adoptando una actitud científica, observó que una parte del comportamiento humano se ajusta a la búsqueda del propio interés. De esa observación sacó algunas deducciones. Decir que “lo que ocurre hoy es la consecuencia de la lógica que inició Smith” como afirma Bonadona, es análogo a decir que el hecho de que la tierra gire alrededor del sol es culpa de Copérnico.
En segundo lugar Smith no justificó el comportamiento criminal, ni la anarquía. Smith consideraba una actividad legítima del Estado el evitar y castigar la actividad criminal de las mafias, los estafadores y los Al Capones.
En tercer lugar Smith no postuló que todo el comportamiento humano se ajusta a la búsqueda del propio interés. De hecho Smith escribió La teoría de los sentimientos morales, donde analiza las causas que llevan a los seres humanos a preocuparse por su prójimo, actuar correctamente, ser altruistas y benevolentes. Ahí dijo que “No importa cuán egoísta supongamos que sea el hombre, posee evidentemente unos principios en su naturaleza que hacen que se interese por el bienestar de otros y que la felicidad de otros sea necesaria para él, aunque no gane nada por ello”. Smith donó gran parte de su fortuna en vida a instituciones de caridad. Tampoco es posible concluir que Smith era ateo o que hacía de la acumulación de riqueza una religión, al contrario creía que Dios es quien pone en los seres humanos los sentimientos de empatía y benevolencia que frenan nuestros impulsos egoístas. Cuando Bonadona afirma que “Lo bueno, según el principio liberal, es que la persona haga dinero impulsada por su propio beneficio y lo acumule. Lo malo es que no aproveche cualquier oportunidad para hacerlo”, reduce el pensamiento liberal a un mero algoritmo y demuestra su desconocimiento de la filosofía liberal y del pensamiento de Adam Smith (desconocimiento evidente ya que ni siquiera parafraseó correctamente la frase del cervecero y el carnicero). Hablar por tanto de que en la concepción smithiana no existe ni familia ni religión, ni prójimo por quien preocuparse, ni virtudes humanas, solo el interés por acumular dinero es una tergiversación vulgar de Adam Smith propia de alguien que no ha leído ni comprendido a este filósofo del siglo XVIII.
Santa Cruz de la Sierra, 31/01/12
http://javierpaz01.blogspot.com/