Javier Paz García
Cruzar de Colombia al Ecuador significa dejar el caribe y llegar a los Andes y el cambio es evidente en muchos sentidos. El imperio Inca llegó en su apogeo hasta la actual ciudad de Pasto en el sur de Colombia y es desde allí donde uno empieza a ver costumbres y rasgos étnicos propios de la región andina. En Quito uno puede ver polleras, ponchos, chulos, cholas y demás vainas tan características de nuestro país.
A quien le guste la arquitectura y el arte colonial quedará encantado con Quito, una ciudad que preserva muy bien su centro histórico y que abunda en museos de gran valor histórico y cultural.
La situación política del país es complicada. Rafael Correa gobierna el país a su antojo. Expulsa diputados de la oposición y les da orden de arresto, expulsa al Tribunal Constitucional por haber restituido a los diputados y hasta expulsa a un funcionario del Banco Mundial porque no quiso otorgarle un crédito. Todo en Correa es prepotencia y casi todas las veces que le escuché hablar, atacó a la oposición, a los medios de prensa y a todo aquél que no comulga con su proyecto – como lo hacen Morales y Chávez en sus países. A diferencia de Morales, Correa es estudiado, tiene un currículo brillante y no parece tener nociones racistas.
Quien visite Ecuador verá que la mayoría apoya a Correa. La gente confía en él y lo ve como alguien honesto, capaz, bien intencionado, limpio y sin vínculos con la corrupción de los partidos tradiciones. Desafortunadamente su accionar demuestra un total irrespeto a los poderes establecidos y a la institucionalidad; pero como me dijo el recepcionista de mi hotel en Cuenca, tales abusos no son nuevos, sino de mucho antes y que todo partido que ha estado en el gobierno ha hecho lo mismo.
Algo que me llamó la atención es que la gente es consciente de del autoritarismo de Correa y no le importa. Todos están hastiados del robo y la corrupción de los políticos tradicionales y los consideran ladrones. Con tal motivo justifican que se expulsen diputados, se violen garantías individuales, y se quiebre la ley. Sin embargo nadie hace un mea culpa por haber votado por esos políticos corruptos una y otra vez, por haber vendido su voto por una polera o una botella de alcohol, por no haber tenido criterio a la hora de elegir a los líderes de su país. Bajo esta lógica el pueblo nunca tiene la culpa de nada, los únicos culpables son los líderes que el pueblo elige. ¡Por lo visto aquí no existe la propiedad transitiva!
El pueblo ecuatoriano votó con más del 80% por el Sí a la Constituyente impulsada por Correa. Toda persona con la que conversé me dijo que en realidad ese es un Sí por Correa y es claro que él tendrá suficiente fuerza para hacer lo que le de la gana con la Constituyente y con la institucionalidad Ecuatoriana. Esperemos que use ese poder para el bien del pueblo y para sentar las bases de un Estado de Derecho con leyes justas y duraderas y no para proyectos demagógicos y fines personales.
Machu Picchu, Perú 06/05/07.
El Deber, 05/06/07.
domingo, 6 de mayo de 2007
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