Javier Paz García
El tipo de cambio es un precio. Es el precio de una moneda en términos
de otra. Así como podemos decir que un dólar compra tantos tomates o naranjas,
también podemos decir que un dólar puede comprar tantos pesos argentinos o
euros o cualquier otra moneda y viceversa. Si el tipo de cambio es un precio
más, tenemos que entender cómo se determinan los precios en general y me
gustaría dar un ejemplo hipotético que nos ayude a entender la dinámica de
precios de manera conceptual.
Comencemos con un mercado donde a cierto precio x, la cantidad de carne
de vaca que producen los ganaderos en el país (oferta) es igual a la cantidad
de carne que los consumidores compran en los mercados (demanda). Si a ese
precio x, los productores no tienen incentivos de producir ni más ni menos
carne y los consumidores no tienen deseos de comprar ni más ni menos carne,
entonces podemos decir que el mercado está en equilibrio, que la oferta iguala
la demanda, no hay desabastecimiento ni exceso de carne y el precio se
mantendrá estable en el tiempo. Ahora supongamos que una sequía extrema provoca
pérdidas importantes del hato ganadero y por ende hay una menor producción de
carne. Entonces habrá menos carne en los mercados y al precio x que
anteriormente equilibraba la oferta con la demanda, habrá desabastecimiento.
Algunos consumidores se quedarán sin la cantidad de carne que normalmente
consumían y empezarán a pujar por la carne, ocasionando que su precio se eleve.
Con la elevación de precios, los consumidores demandarán menos carne de vaca,
porque preferirán comprar pollo, porotos o algún otro alimento en reemplazo. Es
decir, la demanda de carne bajará hasta equipararse con la menor oferta y en
ese punto el mercado otra vez se hallará en equilibrio con un mayor precio y
una menor cantidad de carne producida. Este precio mayor de la carne, a su vez permitirá
a los ganaderos tener un mayor margen de ganancia del que tenían anteriormente,
con lo cual podrán recuperarse más rápido de las pérdidas que tuvieron por el
impacto de la sequía y generará los recursos para que vuelvan a invertir en la
reconstrucción del hato ganadero. La recomposición del hato ganadero a su vez
irá aumentando la oferta de carne producida y a medida que ésta aumenta el
precio de la carne irá bajando en el mercado hasta llegar de nuevo al precio de
equilibrio x. Ahora ¿qué pasa si el gobierno decide intervenir luego del
desastre de sequía y regular el precio manteniéndolo en x? En primer lugar, no
logrará que aparezca más carne, habrá menos carne en el mercado porque hubo un
shock de oferta (muchas vacas murieron por la sequía). Pero el precio regulado
hará que haya desabastecimiento de carne, porque al precio x, la gente
demandará más carne de la que se puede producir. Por otro lado, los ganaderos
(que sufrieron pérdidas importantes y están golpeados económicamente) no
tendrán los ingresos extraordinarios que tendrían si el gobierno se hubiera
abstenido de intervenir el mercado y regular los precios por debajo del
mercado. Entonces los incentivos para invertir en ganadería serán menores y el
periodo de recuperación del hato ganadero será más largo, por lo que habrá
menos carne en los mercados por más tiempo. Al final pierden los consumidores y
pierden los productores. Y encima perdemos los contribuyentes porque se crean
ejércitos de funcionarios públicos para controlar los precios, hostigando y
chantajeando a los comerciantes (estos funcionarios públicos serían de más
servicio a la sociedad lavando parabrisas en los semáforos).
El anterior ejemplo ilustra las fuerzas de oferta y demanda en un
mercado libre, el rol fundamental que el precio juega para regular el mercado y
lo contraproducente que puede ser la intervención estatal de los precios. El
precio no es algo arbitrario, sino que es un mecanismo de información que nos
avisa sobre la abundancia o carencia de los bienes o servicios. Cuando un bien
es abundante con relación a lo que demandan los consumidores, el precio baja y
por ende se reducen los incentivos para producir más de ese bien, hasta llegar
a un equilibrio entre oferta y demanda. Cuando hay carencia de un bien, el
aumento de precio da las señales para que los consumidores busquen alternativas
y los productores inviertan para aumentar la producción. La intervención
estatal entorpece estas señales, como de manera análoga, el consumo de alcohol
entorpece las señales de nuestro sistema nervioso y hace que nuestros reflejos
sean más lentos.
Volviendo al tipo de cambio, existe un precio de equilibrio entre una moneda
y otra. Ese precio de equilibrio también está definido por la oferta y la
demanda. Tomemos el caso de Bolivia. La oferta de dólares está definida por
nuestras exportaciones. Mientras más exportemos, más dólares tendremos disponibles.
Nuestra demanda de dólares está definida por nuestras importaciones, las cosas
que compramos de otros países y para las cuales necesitamos dólares para pagar
a los proveedores del exterior. Al igual que en el ejemplo de la carne, el tipo
de cambio entre el dólar y el boliviano, regula los incentivos para exportar e
importar (cambia la oferta y la demanda). Un ejemplo sencillo puede servir de ilustración:
si 1 dólar equivaliera a 1 boliviano, un vehículo de 30 mil dólares costaría 30
mil bolivianos y muchas más personas comprarían vehículos de lo que actualmente
sucede. Por otro lado, un producto boliviano, digamos un mueble de exportación,
que cuesta Bs. 1000, también costaría 1000 dólares y se exportaría menos
cantidad, por ser caro para los extranjeros. Ahora veamos el caso contrario, Si
un dólar fuera equivalente a Bs. 20, un vehículo que cuesta 30 mil dólares, costaría
600 mil bolivianos y al ser más caro, los residentes del país comprarían menos
vehículos. El mueble de madera que cuesta Bs. 1000 equivaldría a 50 dólares, lo
que sería mucho más atractivo para los extranjeros y facilitaría la exportación
de este producto. En definitiva, si el boliviano está caro con respecto al
dólar (como el ejemplo de 1 a 1), se incentivan las importaciones y se
desincentivan las exportaciones; y si el boliviano está barato con respecto al
dólar (como el ejemplo de 20 bolivianos por dólar), se generan incentivos a
exportar porque somos baratos para el resto del mundo y se desincentivan las
importaciones porque el resto del mundo se hace caro para los residentes
bolivianos.
Dejando las abstracciones de lado, el gobierno de Bolivia intervino el
mercado regulando el precio del dólar y lo mantuvo fijo desde el 2011, esto
incentivó las importaciones e hizo a los productos bolivianos menos competitivos
en el exterior. Además, ahuyentó la inversión local y extranjera con políticas
y acciones que socavaban la seguridad jurídica y fue ahogando al sector de
hidrocarburos, lo que redujo las exportaciones de gas, reduciendo el ingreso de
dólares. Por lo tanto, el desabastecimiento de dólares y el déficit comercial
son de exclusiva responsabilidad del gobierno que incluso ahora insiste en
mantener un tipo de cambio de Bs. 6,96 por dólar que es una mentira.
El presidente Luis Arce Catacora, ayer indicó que el Estado generó
dólares de hidrocarburos y el sector privado los gastó generando el déficit en
la balanza de pagos. Como el mal economista que es, no mencionó el tipo de
cambio sobrevaluado, como el factor fundamental para que exista el déficit comercial.
No está de más indicar que no fue el Estado el que generó los dólares de
hidrocarburos, fueron empresas petroleras, transnacionales que tanto satanizan;
el gobierno masista simplemente usufructuó del trabajo de esas empresas.
Es fundamental que el Estado deje de intervenir el mercado y permita que
el tipo de cambio se determine libremente, por las fuerzas de oferta y demanda.
El momento que lo haga, el costo del dólar será mayor en términos de bolivianos
hasta alcanzar su equilibrio (en realidad ya lo es, a través del mercado libre
y de los costos totales de transferencia de dinero al exterior) y no habrá
desabastecimiento, quien quiera dólares, los conseguirá al precio que el
mercado defina (y el mercado somos todos). Cuando los actores económicos del país
(consumidores, productores, instituciones financieras) podamos tranzar
libremente los dólares, sin coerción de parte de las instituciones estatales,
se acabará la falta de dólares, se acabarán los límites a las tarjetas de
crédito, las aerolíneas y navieras extranjeras volverán a ofrecer servicios en
el país con pago local, las comisiones bancarias por transferencia al exterior
volverán a la normalidad y con un dólar más caro, importaremos menos y
exportaremos más.
El argumento de que si el gobierno libera el tipo de cambio, este se iría
al infinito no es correcto. El dólar suple ciertas necesidades, las necesidades
de importación. A medida que el dólar se encarece, se encarecen los productos
importados y por ende consumimos menos, esto sucede con bastante rapidez. Por
otro lado, se incentivan las exportaciones, aunque este proceso, al responder a
fuerzas productivas, que requieren capital, trabajo y tiempo, puede demorar
meses o años. Estas fuerzas de oferta y demanda harán subir el dólar hasta
llegar a un equilibrio. Existe un equilibrio, que en este momento, mirando los
mercados paralelos parece estar entre 10 y 15 bolivianos por dólar. Pueden
existir elementos especulativos y de expectativas que eleven al dólar por
encima de su nivel de equilibrio, pero solo pueden ser temporales, porque en
algún momento generan que haya más personas dispuestas a vender dólares, de los
que quieren comprar, haciendo que el dólar baje. Algo así parece haber sucedido
hace unas semanas cuando el dólar llegó a cotizarse a 15 para luego bajar a
niveles cercanos a los 11 en la calle.
He afirmado que existe un tipo de cambio que equilibra la oferta y
demanda de dólares y que actualmente éste parece rondar los 10 a 15 bolivianos.
Algo importante de aclarar es que este no es un equilibrio estático, sino
dinámico, es decir puede ir cambiando en el tiempo y un factor fundamental es
la oferta de bolivianos, es decir, la cantidad de billetes que el Estado
boliviano imprime y pone en circulación. A diferencia del caso de las vacas,
donde existen miles de productores y su oferta responde a procesos productivos
que requieren capital, trabajo y tiempo, la oferta de bolivianos depende
exclusivamente del Estado y puede cambiarse de un día para otro. En la medida
en que el Estado imprima y ponga billetes en circulación, el boliviano se
devaluará con respecto a todas las otras monedas y todos los bienes y
servicios. Para explicarlo en forma sencilla (aunque estrictamente no del todo rigurosa),
si en una economía hay 10 manzanas y 10 pesos, cada manzana costará un peso; si
de pronto el Estado mete 10 pesos más a la economía haciendo un total de 20 pesos,
eso no hace que existan más manzanas, seguirá habiendo las mismas 10 manzanas
que ahora valdrán 2 pesos cada una. El precio de las manzanas se duplicó o
mejor dicho, el peso perdió la mitad de su valor. De igual manera, si el Estado
mete bolivianos a la economía, el tipo de cambio de equilibrio que ahora puede
que esté rondando los 11 bolivianos, en un año podría estar en 20 y en dos años
en 100, dependiendo de cuan irresponsable quiere ser el gobierno. Por ello es
fundamental exigir que el gobierno corrija el abismal déficit fiscal que viene
teniendo de manera crónica por una década y que puede conducirnos a emisiones
inorgánicas de billetes y la pérdida de valor del boliviano donde efectivamente,
el cielo es el límite.
Santa Cruz de la Sierra, 10/09/24