lunes, 20 de enero de 2014

Respuesta a Alberto Bonadona

Javier Paz García
En La lógica del propio interés (ED, 21/01/12) Alberto Bonadona afirma que “No hay nada que pueda frenar la búsqueda de la propia satisfacción y no hay nada, en la concepción smithiana, que diga por cuál vía lograrlo. No hay prójimo por quien preocuparse, se trata de cada uno por sí mismo. Ni familia ni religión o, mejor dicho, la religión es esa incesante sed de acumulación”. En mi artículo Adam Smith más allá del propio interés (ED, 07/02/12) hago notar el desconocimiento de Bonadona sobre la obra de Adam Smith, la cual abunda en temas de ética y religión. Lo curioso es que en un artículo posterior Del egoísmo y el mercado (ED, 10/11/12), Bonadona, cita a Amartya Sen para explicar que el pensamiento de Smith no se reduce a una acumulación egoísta. Dos cosas hago notar de este artículo: 1) refuta su propio artículo La lógica del propio interés, pero no hace referencia a éste ni admite su error original y 2) necesita citar a otros autores para referirse a la obra de Smith.
Luego de mucho tiempo Bonadona decide responder a mis saetas con Respuesta a un defensor del mercado (ED, 06/01/14) y escribe: “Tal vez lo que quiere decir el economista Javier Paz es que yo distorsiono lo que dice Adam Smith cuando defiendo la posición de este señor acerca de la benevolencia humana.”  Como ya expliqué, fue Bonadona quien redujo el pensamiento smithiano a egoísmo puro y fui yo quien refutó tal postura. Es hidalgo admitir los errores, pero Bonadona no reconoce su error, aunque asume una postura contraria a la que anteriormente él mismo postuló, mal representándose como un conocedor de Smith y mal representándome como alguien que no sabe lo que dice. Esta actitud no solo no es hidalga, sino que es deshonesta e impropia de un académico.
Bonadona vuelve a insistir con lo de no leer a Smith más allá de la página 27, cuando evidentemente él no lo ha hecho. Yo sí he leído La Riqueza de las Naciones en su lengua original, pero tengo que acotar que hay mucho de la literatura económica que no he leído y que apenas conozco. No hay nada malo en ello, nadie sabe ni lo ha leído todo. Lo reprochable es aparentar saber lo que uno no sabe y falsear sus propias posturas y las ajenas.
Finalmente Bonadona hace cuestión sobre mi hábito de citar. Poco o nada de lo que escribo es original; mis citas reflejan mis lecturas. Cito para dar crédito a quien lo merece, cito porque alguien ha expresado una idea mejor de lo que yo podría hacerlo; me parece insustancial polemizar al respecto.
Santa Cruz de la Sierra, 12/01/14
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domingo, 12 de enero de 2014

Confusiones sobre la libertad de expresión

Javier Paz García
Cuando hablamos de derechos humanos Es importante entender qué significa decir que la libertad de expresión es un derecho. Le impone al Congreso la prohibición de legislar sobre religión o que coarte la libertad de expresión y de prensa. Es decir que la primera enmienda le prohíbe al gobierno hacer leyes o tomar acciones que limiten la libertad de los ciudadanos de emitir su opinión, de poseer medios de prensa y de reunirse pacíficamente. La primera enmienda establece a la libertad de opinión como un derecho negativo que limita al Estado. Así lo pensaron quienes la redactaron y así la entendieron quienes posteriormente en otras naciones establecieron sistemas republicanos de gobierno basados en la protección de las libertades civiles y políticas.
Sin embargo el derecho a la libertad de expresión a menudo es tergiversado. Una forma frecuente tergiversación es alegar que tal derecho implica que una madre no puede callar a su hijo o un profesor a su estudiante. El error de este razonamiento consiste en no entender que el derecho a la libertad de expresión es una limitación del Estado con sus ciudadanos. Es el Estado el que está prohibido de prohibir. Y dado que el Estado tiene el monopolio de las leyes y del uso legítimo de la fuerza, es una limitación bastante prudente.
También abundan quienes consideran que un medio de prensa está en la obligación de publicar todo lo que alguien quiera opinar y que no hacerlo es coartar la libertad de expresión. Esta falacia se basa en la idea de que la libertad de expresión es un derecho positivo, es decir que otros están en la obligación de velar para que yo pueda expresarme donde quiera y como quiera. El dueño de un medio de comunicación no tiene tal obligación con nadie y al excluir la opinión de alguien, de ninguna manera le coarta su libertad porque esa persona es libre de decir lo que quiera a los cuatro vientos, escribir un libro, crear un blog o hacer su propio medio de prensa.
Estos errores de razonamiento conllevan a exigir cosas que no corresponden, a reclamar privilegios barnizándolos con el título de “derechos” y no infrecuentemente conllevan a que el Estado restrinja la libertad de expresión con el pretexto de defenderla, ampliarla o democratizarla.
Santa Cruz de la Sierra, 16/08/12

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Trabajo infantil y legislación

Javier Paz García
A menudo la gente cree que la solución a un problema es crear leyes. Y la legislación en todos los países abunda en buenas intenciones para acabar con la pobreza, mejorar la salud, brindar una educación de calidad, proteger al consumidor, etc., sin tener los resultados esperados. Probablemente el caso más curioso es el de una pequeña ciudad europea que mediante ley ¡exigía la inmortalidad de sus habitantes o en todo caso la clarividencia de saber cuándo se iban a morir! Este municipio prohibía que la gente muera dentro de su jurisdicción, por lo tanto los residentes estaban obligados a saber el momento de su deceso y tener la cortesía de retirarse a pueblos vecinos antes de celebrar tan importante evento.
En un mundo perfecto, los niños deberían tener padres amorosos que les den sustento y educación. No vivimos en un mundo perfecto y muchos niños se ven obligados a recortar su infancia y desempeñar funciones que corresponden a un adulto. Las razones para que un niño tenga que trabajar son diversas: abandono del hogar por tener padres abusivos, situación de pobreza de los padres, familias que tienen más hijos de lo que económicamente son capaces de sustentar, discriminación hacia las niñas, abandono de los padres, hasta llegar incluso a la venta de hijos para trabajar en condiciones de semi-esclavitud, como sucede en Asia.
El presidente Evo Morales ha indicado no estar de acuerdo con legislar la edad mínima de trabajo y tiene razón. Por muy triste que sea la realidad de que hay niños que trabajan, hacer leyes para prohibir el trabajo infantil, no soluciona nada. No soluciona la causa, que principalmente es la pobreza de muchas familias, y no soluciona la consecuencia, ya que los niños seguirán trabajando, porque es absolutamente necesario para su sobrevivencia.
Prohibir el trabajo infantil de hecho puede tener efectos contraproducentes, ya que, al convertirse en algo ilegal, quienes contratan niños, operan con mayor clandestinidad y frecuentemente ofrecen peores condiciones laborales.
El trabajo infantil se elimina con desarrollo económico, pero el proceso de desarrollo toma tiempo (y requiere un marco institucional que por cierto no existe en Bolivia). Mientras tanto, la sociedad, mediante instituciones de beneficencia, tiene un rol activo para ayudar a cuantos niños sea posible a devolverles la infancia para que puedan jugar cuando es tiempo de jugar.

Santa Cruz de la Sierra, 26/12/13

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